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La rebelión de Rossi terminó impactando sobre el Gobierno

OPINIÓN 02/08/2021 Sergio Crivelli*
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Casi no hay día que transcurra sin una mala noticia para Alberto Fernández. Algunos episodios bordean el ridículo. Viaja hasta Perú a la asunción de un presidente con el que se cree afín ideológicamente para oírle decir que va a militarizar a los jóvenes sin ocupación y expulsar a los extranjeros delincuentes.

Se trata de una minucia, pero esperaba darse un baño de "progresismo" en Lima y debió asistir a semejante apostasía. Al final su supuesto compañero de ruta terminó felicitado por Miguel Ángel Pichetto.

Además, denunció a Mauricio Macri por un presunto envío ilegal de material antimotines a Bolivia y se detectó que durante su gobierno fue prorrogado dos veces. Cobró al mismo tiempo estado público el registro de visitantes de la Quinta de Olivos con un escándalo ventilado por redes y medios. Ni una acierta.

Pero no le falta buen ánimo. Fernández pasa de un tropiezo al otro con desenvoltura, sin inmutarse. No obstante, hay algunos que lo complican más allá de lo prudente. El más notorio fue el de su ministro de Defensa, Agustín Rossi. Tuvo que echarlo por televisión, porque no quiso renunciar a una precandidatura a senador.

Rossi es tropa de Cristina Kirchner, pero se quedó sin cobertura porque la vice arregló con su adversario en la interna santafesina, el gobernador Omar Perotti. De todas maneras, el portazo se lo pegó a Fernández, que funciona como pararrayos. Ahora deberá reemplazarlo como a Daniel Arroyo, incluido en las listas de precandidatos al Congreso.

En la Casa Rosada fantasean con el segundo bienio de Fernández. Arrancará después de las elecciones con una reorganización del gabinete y un "relanzamiento" de la gestión. El objetivo de esta ficción es preservar la gobernabilidad porque la reelección ya no es ni siquiera una utopía. Pero la rebelión de Rossi alteró el cronograma, además de dejar más maltrecha aún la autoridad de Fernández.

Hasta las decisiones correctas terminan por convertirse en ocasión de crítica y desgaste para el Presidente. El último ejemplo fue el del anuncio de la compra de vacunas Pfizer. Los mismos que cuestionaban la decisión "geopolítica" de marginar a las vacunas norteamericanas, aprobaron el cambio de rumbo, pero sin dejar de castigar al Gobierno por la luctuosa demora. Le pegan los propios por "arrodillarse" ante los poderosos y los ajenos por la demora en hacerlo. Esto es porque hace rato perdió la iniciativa y corre detrás de los hechos.

¿A qué obedeció el giro de Fernández? A la campaña. El oficialismo y la oposición están en una carrera por "abrir todo" antes de la votación, a pesar de que hay un bajo porcentaje de personas inoculadas y la variante Delta amenaza. Vengan entonces las vacunas norteamericanas.

Pero el problema central es la falta de segundas dosis de Sputnik. La elección de los rusos ha sido uno de los errores más costosos para el kirchnerismo. En Europa la Sputnik sigue sin ser aprobada por falta de información de los fabricantes. Conclusión: la pandemia es utilizada por el oficialismo y la oposición políticamente. La principal diferencia es que el oficialismo la usa mal.

A Fernández también le llegan pésimas noticias económicas. Algunos de los datos conocidos en las últimas horas ratificaron el impacto de la inflación, en particular sobre la clase media. Entre otros, el aumento de la morosidad en el pago de expensas y el aumento de la medicina prepaga. El Gobierno se vio obligado a autorizar este último porque en las paritarias el gremio de sanidad recibió un 45% de incremento salarial.

Las únicas buenas noticias le llegan al oficialismo desde la oposición. La campaña bonaerense arrancó con acusaciones cruzadas en Juntos. El que apretó torpemente el gatillo fue Facundo Manes y obtuvo la devolución que era de esperar.

El que acertó con el diagnóstico fue el radical Gerardo Morales. Responsabilizó a Horacio Rodríguez Larreta del conflicto por haber metido a Diego Santilli por la ventana en Buenos Aires a causa de la deserción consentida a María Eugenia Vidal. Lo acusó de manejarse como el líder opositor cuando no lo es, salvo para la prensa que le resulta funcional.

Rodríguez Larreta cometió, entre otros errores, el de querer eliminar a Mauricio Macri de escena prematuramente. Sobreestimó sus fuerzas. Su alianza con Vidal y Elisa Carrió fue otro error que hoy le hacen pagar los radicales. Juega al poder sin tener suficientes fichas para cubrir el paño y lo paga con rebeliones. Salvando las distancias, como Fernández.

La contracara de Rodríguez Larreta y Fernández es Cristina Kirchner que no necesita de los medios para simular liderazgo. La vice tiene poder absoluto en su territorio, Buenos Aires. Allí arrasó con las listas opositoras e impuso en el FdT la lógica del partido único. Eso es poder; lo demás son las PASO.

 

 

* Para Diario La Prensa

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