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El futuro amenaza el presente del oficialismo

OPINIÓN 10/07/2021 Claudio Jacquelin*
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La pospandemia todavía no llegó, pero el avance de la vacunación y la vuelta a una cierta normalidad de las actividades empiezan a generar la percepción social de que es tiempo de dejar el presente absoluto para poner la atención en el futuro. La campaña electoral ya lo registró.

La virulencia de las acusaciones que el oficialismo lanzó a la oposición de Juntos por el Cambio, a raíz de sus agoreros pronósticos para el mediano plazo, pone en evidencia que la vacunación y “el Estado que te cuida” ya no son activos suficientes para encarar el proceso electoral con garantías de obtener el triunfo al que se aspira. Las demandas prepandemia vuelven indexadas, como los precios. El futuro amenaza al presente. Y el pasado de los años kirchneristas ya no es una utopía convocante, a pesar de los esfuerzos y las creencias de Cristina Kirchner.

Con su altisonante frase de “la Argentina no es el país de mierda que nos quieren retratar” se despeinó un poco más el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, para rechazar no solo el discurso cambiemita. Se propuso, principalmente, contrarrestar las negativas expectativas que atraviesan a una buena parte del electorado no cautivo, ese que suele definir las elecciones. Lo reflejan las encuestas, incluidas las que contrata el Gobierno.

Menos casual fue que la frase haya sido pronunciada en el lanzamiento de un nuevo organismo público dirigido a la juventud. Ese es uno de los segmentos demográficos donde al oficialismo se le empiezan a filtrar adhesiones, minadas por la decepción y la desconfianza. El propósito de seducción y conquista estuvo en la génesis de ese Consejo Multisectorial de la Juventud, cuya integración excede el monopolio partidario que La Cámpora ha venido ejerciendo en el sector juvenil. Una muestra de realismo puro. Como a sus líderes, a la organización que conduce Máximo Kirchner también le pasan y le pesan los años. Poder y rebeldía tienen dificultades para ser compatibles.

Más duro que Cafiero fue el jefe de Gabinete de Axel Kicillof, Carlos Bianco: “La oposición dio un salto que ni siquiera el fascismo o el nazismo se animaron a hacer en ningún momento, que es odiar al país, están tratando de instalar que la Argentina es un país sin oportunidades”. Más que coincidencias se trata de concordancias.

Detrás, siempre está Cristina 

Solo hay que retrotraerse una semana para encontrar la huella genética de la nueva prédica del oficialismo.

“Creo que en el fondo no creen y no quieren a la Argentina. En un momento pensé que era un ‘antinosotros’, pero en realidad odian a los argentinos”, afirmó Cristina Kirchner en el acto de Lomas de Zamora. Allí buscó, además, hacerles un doble guiño a los jóvenes, junto con el ataque frontal que le gusta dedicarle siempre a la oposición cambiemita.

En su discurso, la vicepresidenta revalorizó la entrega de 10.000 tablets para estudiantes, como herramienta de desarrollo al rescatar y recrear (en sentido amplio) de la historia personal de un ídolo juvenil. No importaba que, como él aclaró después, la notebook con la que el trapero L-Gante accedió a la popularidad hubiera sido obtenida en el mercado paralelo y no gracias al reivindicado programa estatal Conectar Igualdad. Relato.

Después de más de un año de escuelas cerradas en el territorio bonaerense y de los recurrentes ataques al mérito como forma de lograr el progreso personal, la coalición gobernante se ve obligada a extremar los recursos. El porvenir y el poder están en juego.

Cristina, Cafiero y Bianco fueron los solistas de un coro que en la última semana empezó a ensayar nuevas estrategias y discursos electorales. La necesidad de construir una narrativa superadora, capaz de recrear una ilusión y construir una idea de futuro posible, emerge con claridad en los sondeos de opinión.

Por eso, también, en otra contorsión discursiva y en una nueva contradicción con su propio archivo, Alberto Fernández afirmó anteayer: “Quisiera ganarle a Cristina y que mi gobierno sea más progresista que el de ella y dé más derechos de los que dio ella”.

El Presidente sabe que el pasado y el presente son insuficientes. Como las vacunas, la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo ya es un bien público que no paga regalías para siempre. En la cultura Instagram todo dura poco. Hay nuevas demandas por satisfacer. También en el segmento joven. En el Gobierno lo saben, lo admiten y empezaron a actuar en consecuencia.

Para evitar malentendidos (o represalias), el Presidente se preocupó por aclarar: “Aquel primer gobierno de Cristina fue un gobierno maravilloso, fue el más progresista que ha tenido la democracia a la hora de otorgar derechos”. Hablaba de la misma gestión a la que él renunció y a la que en los años posteriores, hasta su reconciliación, a fines de 2017, descalificó en durísimos términos.

Los sondeos de opinión pública muestran casi unánimemente que cuando los argentinos elevan la mirada de los padeceres cotidianos del Covid para transportarse al futuro no abunda el optimismo en términos de bienestar material.

Los pronósticos de los analistas económicos, lejos de contradecir, confirman y retroalimentan esas percepciones poco estimulantes. Hoy la inflación y el empleo solo son superadas entre las principales preocupaciones por la inseguridad. Y en el horizonte nadie avizora mejorías relevantes. En el mejor de los casos, solo se proyecta más incertidumbre que la ya vivida. Luces amarillas para un proceso electoral en marcha.

“Las negras también juegan”

Esos elementos, sin embargo, no resultan suficientes para explicar el giro homogeneizador del discurso oficialista. Como le gusta decir a un dirigente peronista amante del ajedrez, “la negras también juegan”, y la compleja reorganización que está en proceso en la oposición también opera como un disparador de alertas. Antes de que sea tarde. La sensores del peronismo son extremadamente sensibles a cualquier movimiento que pueda amenazar con alterar las relaciones de poder.

Los más experimentados dirigentes oficialistas procuran evitar confundirse con el estrépito de la interna cambiemita en marcha. Observan con atención la posibilidad de que los opositores hayan adoptado aquella afirmación de Perón que decía que los peronistas son como los gatos: cuando parece que se pelean, en realidad, se están reproduciendo. La inédita vocación de unidad que exhibe la oposición no pasa inadvertida, a pesar de sus sonoras disputas y los egos en juego.

Un impacto adicional para la construcción discursiva kirchnerista lo produjeron dos hechos recientes.

Por un lado, tuvo efecto el corrimiento del proceso electoral que adoptó Mauricio Macri, blanco preferido (y fácil) del oficialismo. Aunque desde Europa el expresidente se preste a la batalla dialéctica y responda a las provocaciones y acusaciones.

Por otro lado, impacta la aparición de nuevos actores en la primera línea del firmamento cambiemita no imputables directamente del fracaso económico y otros errores del gobierno macrista.

Se conjugaron en una sola semana el levantamiento de la precandidatura de Patricia Bullrich, símbolo de los halcones macristas, la aparente consolidación dentro de Pro del “moderado” Horacio Rodríguez Larreta y el fichaje de Facundo Manes por parte de la UCR. Un cambio de piel para Juntos por el Cambio, que les permite a sus referentes ofrecerse como una opción de futuro antes que ser imputados como responsables de todos los males del pasado reciente. Al menos, no tan fácilmente.

De todas maneras, la oposición aún tiene demasiado por resolver, además de precandidaturas y alianzas. Su oferta de futuro todavía es demasiado difusa y abundan las diferencias de visiones. Tantas como las que existen respecto de qué hacer con el pasado. Propio y ajeno.

El antikirchnerismo es también un activo insuficiente para recuperar, primero, la confianza del electorado y, después, los vitales votos que Juntos por el Cambio perdió hace dos años.

Escenas del comienzo de la campaña electoral, aunque formalmente todavía no empezó. El futuro ya llegó y amenaza al presente. Lo saben todos.

 

 

* Para La Nación

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