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Sergio Massa, entre la sintonía con Alberto Fernández y la presión sobre el FMI durante una exitosa gira por los Estados Unidos

POLÍTICA 19/06/2021 Sebastián Fest*
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El sol del mediodía cae a plomo sobre Manhattan y dos protagonistas clave del futuro de la política argentina se cruzan sin verse. María Eugenia Vidal, amplio y veraniego vestido blanco de algodón, camina seria y veloz junto a su pareja, Quique Sacco, por la Quinta Avenida. A solo 50 metros de distancia, Sergio Massa está reunido con representantes de bancos y fondos de inversión en una amplia sala del consulado argentino.

Cada uno de los invitados tiene sobre la mesa un ejemplar de la Constitución Nacional argentina encuadernado en cuero. Esas Constituciones fueron la cuota institucional dentro del arsenal de regalos con que el presidente de la Cámara de Diputados se movió durante una semana en Estados Unidos, país que nunca en su historia había visto tantas camisetas del Club Atlético Tigre. Mucho menos una que en su espalda rezara “Clinton”.

“Vinos, mates, Constituciones, la camiseta de Tigre y la de Argentina”, resumió el propio Massa a Infobae, satisfecho y relajado tras una gira que dejó tan agotados como felices a sus acompañantes. La noche del jueves terminó muy tarde, tras tres horas y media de cena con el ex presidente Bill Clinton. En su paso por Washington y Nueva York, Massa se vio también con altos representantes del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca (NSC), del Departamento de Estado, del mundo de las finanzas y de la comunidad judía estadounidense.

Curiosamente, y pese a que a casi toda esa gente le habló una y otra vez del Fondo Monetario Internacional (FMI), de la sobretasa en los préstamos, del destino de los nuevos Derechos Especiales de Giro (DEG) y de la necesidad de que el organismo con sede en Washington deje de proponer “un enlatado” y “flexibilice” su postura hacia Argentina, la agenda de Massa no incluyó ninguna reunión con representantes del FMI.

¿Habla todo el tiempo sobre el FMI y no habló con nadie del FMI? Massa puso cara de poker ante la pregunta. Solo se limitó a decir que esta semana en Estados Unidos tuvo “reuniones públicas y no públicas”.

Algo que podría tener que ver con las calurosas felicitaciones que el presidente Alberto Fernández le envió repetidas veces al líder del Frente Renovador en la “línea caliente” que mantuvieron por WhatsApp en todo momento esta semana. “Brillante, brillante, brillante”, llegó a decirle el presidente a Massa.

Pero el teléfono más recalentado fue el del ministro de Economía Martín Guzmán, al que Massa le pidió todo tipo de precisiones técnicas “para no meter la pata”. Una precaución imprescindible, muy especialmente si se mantienen reuniones con el staff del FMI. “Lo volví loco a Martín, le pedí un montón de detalles”, admitió Massa, que tiene un esmero especial por cuidar su relación con Estados Unidos.

El “ni yanquis ni marxistas, peronistas”, tiene así un sentido bastante relativo para un Massa que a los 11 años se deslumbró con Raúl Alfonsín recitando el preámbulo de la Constitución, en la adolescencia se apasionó con la UCeDé de Álvaro Alsogaray y a los 18 fue afiliado al peronismo por Graciela Camaño.

“Desde el Braden o Perón, la Argentina tiene una cosa dual en la relación con Estados Unidos”, analizó Massa, que es bien consciente de que aspectos clave y temas demasiado importantes de la política argentina pasan por la primera potencia mundial.

Sin una relación fluida con los factores de poder de ese país -y no solo con su gobierno-, muchas cosas se hacen más difíciles. Ni hablar de si se quiere gobernar Argentina a partir de 2023. Vidal, que ya dijo que sí, que quiere recibir de manos de Fernández el bastón presidencial el 10 de diciembre de ese año, tiene una convicción profunda: si es presidenta viajará junto a la oposición a Estados Unidos para explicar lo que quiere hacer la clase política argentina en su conjunto, y no solo el gobierno. Con el gobierno solo no sería suficiente, entiende.

¿Y Massa? ¿Quiere ser el sucesor de Fernández? La pregunta le llegó por diversas vías durante sus días en los Estados Unidos, pero como buen deportista que fue supo desviar la atención hacia otro sector de la cancha y librarse de la pegajosa marca de esas preguntas insistentes. Propuso otra historia: el nuevo Massa, el hombre que ya no da un paso pensando en los cinco siguientes.

“Voy a confesarte algo”, le dijo esta semana Massa a Michael Shifter, presidente de Inter American Dialogue. “Durante mucho tiempo mi carrera política estuvo signada por desafíos a más. Me pasó que todo el tiempo más que disfrutar mi responsabilidad y mi momento pensaba en lo que venía. Supongo que por mis frustraciones y mis propios errores aprendí a hacer bien lo que me tocaba hacer y no pensar en el mañana. La coalición me dio una nueva oportunidad después de mi fracaso electoral de 2017”. Eso mismo le dijo al presidente Fernández en una “charla casi íntima”, aseguró.

El martes, un día de múltiples e importantes reuniones para Massa, el Departamento de Estado reveló a Infobae su “decepción” con la abstención de Argentina en la resolución presentada por Estados Unidos ante la Organización de los Estados Americanos (OEA). Muchos otros políticos se hubieran visto afectados por ese golpe en plena tarea de seducción a los diferentes poderes de los Estados Unidos, pero Massa está convencido de que no afecta a la relación entre ambos países.

El presidente de la Cámara de Diputados prefiere poner el acento en sus reuniones con la comunidad judía estadounidense, en las que explicó el sentido del voto de Argentina en la ONU, cuando en el comité de derechos humanos apoyó una investigación a Israel. Solo Estados Unidos ocupa tanta atención en las relaciones internacionales de Massa, que en 2017 viajó a Israel junto a Gustavo Martínez Pandiani, su asesor en temas internacionales, y se reunió con el entonces presidente del bloque laborista en la Knesset, Isaac Herzog. Cuatro años después, Herzog es el flamante presidente del Estado de Israel.

Es la cosecha de una paciente siembra, destacan los asesores de Massa, capaz de persuadir a casi cualquier interlocutor: Argentina, por su particular historia, siempre está a favor de una investigación que involucre a los derechos humanos, le dijo a las organizaciones judías locales en las tres reuniones que mantuvo en Washington y Nueva York, donde se vio con el poderoso Jack Rosen. Ese mismo principio, sin embargo, no es el que se aplicó con Nicaragua, donde el visceral rechazo de la Casa Rosada y el Palacio San Martín al secretario general de la OEA, Luis Almagro, primó por sobre todo.

“Todos ustedes son portfolio managers y representan a los ahorristas”, le dijo Massa a sus interlocutores durante la reunión en el consulado argentino en Nueva York el viernes. “Yo represento al Estado argentino. Voy a hablar en castellano”, añadió.

El jefe del Frente Renovador es cuidadoso al extremo cuando habla de temas delicados y que no domina al cien por ciento. Diferente fue lo de la noche del jueves, que la pasó hablando en inglés con Clinton en un restaurante italiano en las afueras de Nueva York. Y también apeló con frecuencia a algunos comentarios y palabras en ese idioma en sus muchas reuniones desde el domingo pasado. No, sin embargo, cuando los temas eran económicos o altamente sensibles.

El domingo, Massa ya estará en la Argentina para regresar a la Cámara de Diputados el lunes. Se va “muy contento” tras su semana estadounidense, en la que logró más de lo que esperaba, en especial en lo que a la “sensibilización” hacia el problema de Argentina con el FMI se refiere.

Unos días frenéticos en los que la decepción del gobierno de Washington por el voto en la OEA no fue el asunto que más lo descolocó. No, el momento más inesperado para Massa llegó en la noche del martes en el bellísimo edificio de la embajada argentina en Washington.

La agenda marcaba una cena con inversores, pero en su celular apareció la tapa de la revista “Caras”. Fernando Galmarini, ex secretario de Deportes de Carlos Menem, pero sobre todo su suegro, es el nuevo novio de Moria Casán. En un mundo de “fake news”, Massa quiso cerciorarse de que lo que leía era cierto, de que Moria pasaba a ser nueva integrante de la familia ampliada. La confirmación le llegó en plena cena a través de Malena Galmarini, hija de Fernando y su esposa. Y eso sí que no se lo esperaba.

 

 

* Para www.infobae.com

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