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Cristina está atenta al cierre de la heladería; Alberto, a hacer del encierro su utopía

OPINIÓN 23/05/2021 Marcos Novaro*
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Mientras Alberto cerraba el país, Cristina se preocupaba porque no le cerraran la heladería.

Pobre. Por lidiar con sus aburridas funciones mundanas, el dudoso honor, para una persona de su talla, de administrar el Senado, corría el riesgo de quedarse sin el dulce de leche y el banana split. ¿Y si al Alberto se le ocurría declarar las heladerías focos de contagio y tenía que esperar 9 días más para hacerse de tan preciados sabores? Mejor apurarse. De última, ¿qué sale del Senado que no sea su voluntad?, así que si su voluntad era comerse un cucurucho, ¿el Senado no tenía entonces que esperar?

Mientras estos terribles dilemas agobiaban a la pobre Cristina, que ni se dio por enterada de que hubo ya 70.000 muertos por Covid en el país, los que sí nos enteramos de esa y otras desgracias que signan la gestión del FdeT tuvimos la buena nueva de que volvía el mejor Alberto, el que se ofrece para cuidarnos como el buen papá que es, encerrándonos por unos días. A ver si esta vez sí le hacemos caso. Porque está muy enojado el Alberto con sus hijitos, que no siguieron sus recomendaciones hasta acá, y por eso se contagiaron y unos cuantos se murieron. Culpa de ellos.

Aunque no solamente. El resto de la culpa la tienen los gobernadores, y uno en particular, que no solo no hizo caso, sino que se presentó a la Justicia a protestar. ¡¡Contra los cuidados de su propio padre!! ¡¡Qué descaro!!!!

Es curioso cómo piensa las cosas el presidente

Según Alberto Fernández, una sociedad que se bancó la cuarentena más larga del mundo, más de un año sin clases en muchos casos, y una caída del PBI del 10%, 45% de pobreza y casi 50 de inflación, y todo eso y mucho más casi sin protestar, no es todo lo dócil que él necesita para que las cosas le salgan bien, para que sus geniales políticas den frutos. Evidentemente necesita gobernar sobre una población de zombies, y ni siquiera así.

Cerrar todo por un tiempo es algo que han hecho muchos países, allí donde hay estrategia sanitaria, es decir, testeos, rastreos y vacunas, suele funcionar. Donde no hay nada de eso, es posible que solo demore un poco la evolución de los contagios y muertes, y no la altere demasiado. Y que en el ínterin genere problemas extra, de todo tipo.

Dicho esto, puede que a esta altura y como están las cosas, sea lo único que un gobierno sin recursos ni ideas puede hacer: recurrir al método medieval del encierro y rezar para que las cosas no empeoren demasiado.

Porque además es lo que le permite simular que algo hace: no nos cuida, pero al menos simula que se esfuerza, como dijo Alberto “nadie puede discutirme que esta es mi función”. Esa es la primera explicación que cabe dar de las últimas medidas oficiales.

Pero no es la única: hay bastante más detrás de esta iniciativa, hay toda una ilusión, la pretensión no solo de recuperar el control de la situación, sino de generar un orden, aunque sea uno bastante fantasioso y en la práctica parecido al de un cementerio. Y ejercer un monopolio, volverse imprescindible: el único que se mueve, ante una sociedad totalmente quieta. Es una imagen atractiva. Que Alberto ya disfrutó, y con creces, hace un año, y desde entonces sueña con reeditar de alguna manera.

¿Qué mejor que la gente no salga, así no descubre que nada funciona?

¿Qué mejor que nadie advierta que cada vez es más pobre, que ya no tiene trabajo, que la educación y los servicios públicos en general se siguen deteriorando?, y ¿qué mejor que no vaya a comprar dólares, sacándose de encima los pocos o muchos pesos que le queman en las manos como papa caliente?

El encierro ofrece otras muchas ventajas a un gobierno que no va para ningún lado, que desde el comienzo no tuvo rumbo, y cuando chocó con la pandemia descubrió que podía congelarlo todo, y hacer pensar que no había ningún problema en no saber para dónde ir, porque el país simplemente no debía ir hacia ningún lado.

Esto es sin duda de gran ayuda, además, en un momento en que estamos a punto de caernos del todo del mapa del sistema financiero internacional. Si nos declararan en default con los organismos financieros más importantes del mundo, algo que ni siquiera se atrevió a imaginar Néstor en sus años locos, con sus delirios de vivir con lo nuestro, en medio del actual encierro tal vez ni se note. Porque estaremos “viviendo con lo nuestro” pero en una escala mucho mayor, consumiendo nuestras energías remanentes, verdaderamente aislados de todo, impotentes, mirándonos el ombligo, simplemente esperando que no pase lo peor.

En suma, no hay solo estrategia sanitaria, ni siquiera es principalmente una estrategia sanitaria lo que está intentando el gobierno nacional con este regreso a “fase 1”. Es toda una utopía. Una bastante infantil y claramente destructiva, en verdad. Porque en muchos otros países se practican cierres transitorios, y se los seguirá instrumentando tal vez por bastante tiempo. Pero en ninguna otra latitud se practica el encierro como único recurso de gobierno, como dice el presidente, “lo único que se puede hacer”.

Claro que, como no se hace más nada que eso, que consiste en última instancia en no hacer nada, lo más probable es que pasados los 9 días nos encontremos con la misma situación que antes, y entonces se presente el mismo dilema: ¿otros 9 días?, ¿por qué no 90?, ¿o mejor escalar la simulación, y aparentar que todo está mejorando, por caso, reduciendo aún más los testeos, así no se registra la evolución real de la pandemia? Son trucos que ya se usaron infinidad de veces. No hay por qué no recurrir a ellos una vez más.

La Argentina está hoy al tope de las estadísticas de muertes en todo el mundo. Y acumula casi tantas muertes en relación con su población como Brasil, que se sabe hizo todo mal con el desquiciado Bolsonaro al volante. Pero las locuras de Bolsonaro, omnipotentes e irresponsables, son de naturaleza muy distinta al suicidio del encierro, y la mezcla de frivolidad y falta de rumbo e ideas que nos imponen el tándem de Alberto y Cristina. La economía brasileña cayó la mitad que la nuestra, los niños y adolescentes brasileños perdieron muchas menos clases, así que van a estar mejor preparados para enfrentar su vida en el futuro, la pobreza en Brasil subió, pero mucho menos que lo que subió entre nosotros, entre otras cosas porque el neoliberal Bolsonaro gastó mucho más en IFEs, ATPs y demás, y lo sigue haciendo.

No tiene mayor sentido seguir dándole vueltas

Se ha hecho todo o casi todo mal, y se sigue en el mismo camino. Alberto podría haber acelerado la negociación con el FMI y a esta altura tendría financiamiento para sostener el gasto de emergencia y menos necesidad de emitir moneda a lo loco, y por tanto menos presión inflacionaria.

Podría haber puesto gente idónea a negociar las vacunas y tendríamos ahora porcentajes al menos similares a los de los países vecinos de inmunizados, y seguro muchos menos seres queridos muertos. Y podría haber movilizado al menos parte de los millones de empleados públicos ociosos disponibles, para que se dedicaran a testear y rastrear, y tendríamos también menos contagios y por tanto menos necesidad de recurrir a cuarentenas y cosas por el estilo. No hizo nada de eso, y estamos desde hace más de un año en el horno. Pero todavía podría revisar sus errores y avanzar con esos objetivos. Y tampoco lo está haciendo.

Es difícil de explicar, más que por su incapacidad para entender los problemas que enfrenta, y su voluntad de aferrarse a una ilusión de control que es al mismo tiempo ridícula y terriblemente peligrosa. Es cierto: sería un error concluir que es víctima de un “enamoramiento de la cuarentena”, porque la suya es una obsesión mucho más enferma.

 

 

* Para TN

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