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El desafío de Alberto Fernández, cómo disimular el doble comando

El caso de Losardo desnudó el poder de Cristina en el gabinete. También avanza sobre la gestión Guzmán. El Presidente, obligado a cambiar un alfil por otro para no parecer débil.

OPINIÓN 15/03/2021 Walter Schmidt*
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En la mitología romana Jano es el dios de los cambios y las transformaciones, por eso a él se consagran las puertas y umbrales. Sin embargo, tiene dos caras, una de ellas simboliza la evolución, pero la otra, la incertidumbre de lo que está por venir.

En términos políticos nativos, una de las caras puede ser la del presidente Alberto Fernández y la otra, claro, su vicepresidenta Cristina Kirchner. El devaluado poder de la lapicera versus el poder del liderazgo que otorgan los votos kirchneristas.

Corría junio de 2019, Alberto F. era candidato presidencial y faltaban varios meses para las PASO, pero las dudas estaban latentes. “No va a ser un poder bicéfalo, yo voy a ser el presidente”, juraba en una entrevista con La Nación, y aclaraba que “así como no intervine en las listas nadie va a intervenir en mis ministerios”.

Es tan cierto que Alberto no intervino en la conformación de las listas como que la vicepresidenta sí intervino en el gabinete, en varias oportunidades. Desde el pedido de renuncia a María Eugenia Bielsa luego de su carta del 26 de octubre apuntando a “los ministros que no funcionan” hasta la designación del cristinista Jorge Ferraresi, en su lugar.

Otro caso es el alejamiento obligado de Ginés González García tras el escándalo del vacunatorio Vip: hace tiempo el cristinismo cuestionaba la gestión en Salud y destacaba la labor de Carla Vizzotti, con línea directa con el Instituto Patria, y quien finalmente se quedó con el ministerio.

Por estos días, también quedó en claro su injerencia en la renuncia de la ministra de Justicia Marcela Losardo, quien le comunicó esa decisión a Alberto Fernández pese a que el mandatario no quería que se fuera, porque no soportaba más el ninguneo y el ataque permanente del cristinismo a su gestión.

El caso Losardo refleja como pocos, el doble comando o poder bifronte por el que hoy atraviesa la Casa Rosada. La todavía funcionaria siempre tuvo reparos ante la embestida judicial de los talibanes K, tal como identifican al grupo conformado por Eugenio Zaffaroni, Oscar Parrilli, Gracia Peñafort y Leopoldo Moreau. El problema para la coalición gobernante es que Losardo era Alberto.

Pero el momento de no retorno ocurrió cuando, pese a que Fernández decidió contener a Cristina con un encendido discurso contra el Poder Judicial en la apertura de sesiones del Congreso en base a proyectos que no existían –nuevo tribunal de garantías, juicio por jurados para delitos federales- el cristinismo salió al día siguiente a instalar la creación de la comisión bicameral para sancionar a jueces y fiscales. La ministra de Justicia –¿y el Presidente?- no sabía nada. Por eso marcó su discrepancia y luego le pidió a Alberto irse. El mandatario sólo le pidió a cambio unos días.

La demora y el hermetismo nunca visto en el Gobierno respecto al nombre del reemplazante de Losardo refleja las limitaciones del Presidente para aparecer manejando la situación. Aún se desconoce quién será.

“Entramos en una dinámica pos carta del 26 de octubre de Cristina que lo limita cada vez más a Alberto y genera niveles de tensión más fuertes por la visión sobre lo que hay que hacer con la economía y por la dinámica judicial. Creo que en la medida que lo judicial según la mirada de Cristina no avance, la presión va a ser cada vez más fuerte”, asegura el consultor político Carlos Fara.

El Presidente está obligado, en términos ajedrecísticos, a cambiar a un alfil por otro. Pero no tiene muchos nombres con esas cualidades –largo vínculo y confianza extrema- para ese cargo. Vilma Ibarra, Julio Vitobello, Alberto Iribarne o Gustavo Béliz. Nadie más.

De otro modo, cualquier otro nombre significará un retroceso en la cuota de poder presidencial frente a Cristina Kirchner. Por ejemplo, el de una de las postulantes en danza, Marisa Herrera, miembro del Comité Asesor de Justicia y a quien ya en diciembre de 2019 le ofrecieron acompañar a Losardo en Justicia, pero declinó. Alguna vez Herrera afirmó que le debía a Néstor y Cristina Kirchner “la pasión por la política”.

Ahora bien, ¿es tan importante el Ministerio de Justicia? Hace tiempo que no. Antes de la reforma del ’94, los jueces eran designados a dedo. Por eso el relato de principio de los 90 durante el menemismo, era que en la sede en Gelly y Obes, a metros de la embajada británica, desfilaban los candidatos a magistrados por el despacho del ministro de Justicia de turno.

Actualmente la cartera de Justicia se ocupa del relacionamiento formal con el Poder Judicial, las asociaciones de magistrados, canalizar los pedidos y necesidades de la Justicia, o bien mejorar el acceso del ciudadano, además de administrar a través del Servicio Penitenciario Federal las cárceles que dependen de la Nación. Pero salvo que se esté pensando en la elaboración de una verdadera reforma judicial -¿será eso?- o carcelaria, el rol del ministerio es menor.

El doble comando también está presente en la gestión en Economía Martín Guzmán. El ministro tiene relación permanente con Cristina, pero no sólo para ponerla al tanto de su gestión sino para tomar nota de las exigencias de la vice, asesorada por el gobernador Axel Kicillof. Entre ellas, que el acuerdo con el FMI no sea inmediato para evitar un ajuste. Esto debe confundir el staff del Fondo.

De allí se desprenden algunas incongruencias, como la marcada días atrás por un representante privado del sector energético. “No alcanzamos a entender por qué el ministro Guzmán fija junto al Secretario de Energía Darío Martínez un 29-30% de incremento en las tarifas y después el titular del ENARGAS (Federico Bernal) corrige al ministro y dice que no puede haber aumento de más de dos dígitos”. No es Bernal, es Cristina.

Hasta en la campaña de vacunación hay doble comando. El 18 de enero, el entonces ministro de Salud Ginés González García definió un plan estratégico de vacunación donde fijaba las prioridades para la inoculación, con el personal de salud y los adultos mayores a la cabeza.

Fue respetado a rajatablas por la Ciudad, gobernada por el opositor Horacio Rodríguez Larreta, pero no por la provincia de Buenos Aires a cargo de Kicillof, que se supone iba a alinearse detrás de Nación. Pero tanto el ministro de Salud provincial, Daniel Gollán, como su segundo Nicolás Kreplak, responden a Cristina. Por eso decidieron hacer una campaña con famosos o permitir que se vacunaran jóvenes militantes de La Cámpora, jóvenes funcionarios del PAMI o sindicalistas en algunos municipios, en vez de vacunar a todo el personal de salud que trabaja en contacto con enfermos de Covid o a los adultos mayores que esperan con ansiedad por una dosis.

El otro capítulo lo escriben los empresarios de los distintos sectores de la producción. El punto de inflexión en la relación con el oficialismo fue el impuesto a la riqueza. Pero la suba de ganancias para las grandes empresas, más las multas y controles para hacer cumplir con los precios máximos hacen tensar una relación en la que el Gobierno necesita a futuro más empleo e inversión. Y los empresarios, certidumbre y reglas claras.

¿El doble comando también regirá para la campaña electoral? “La discusión es si el comando está más del lado de Cristina o está equilibrado. Y el tema electoral es algo que Cristina y Máximo se van a reservar y la incidencia de Alberto va a ser poca porque además no tiene figuras para jugar. Como es clave, sobre todo provincia de Buenos Aires, en lo electoral va a haber un comando de Cristina”, asegura Carlos Fara.

Las pocas experiencias de doble comando en el peronismo fueron transitorias. Hoy, nadie se anima a hablar de tiempos en el Frente de Todos.

 

 

* Para Clarín

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