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Al Banco piérdanselo en el culo

Cuando en los '70, con mi título en la mano, fui a pedir crédito a un banco para adquirir un sillón dental, no me dieron ni para una tostadora, y lamentablemente sigue todo igual, nada cambió

PARA LEER EN PANTUFLAS 20/12/2020 José Ademan RODRÍGUEZ
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JOSE ADEMAN Por José Ademan RODRÍGUEZ

Cuando en los '70, con mi título en la mano, fui a pedir crédito a un banco para adquirir un sillón dental, no me dieron ni para una tostadora, y lamentablemente sigue todo igual, nada cambió.

De golpe comprendí que con el diploma no se come, te puede permitir comer. Comprobé que tienes que tener bienes para pedir u ofrecer algo, o para solicitar tanto. Si pides para jamón serrano, tienes que tener al menos mortadela, pero mejor con la garantía de propiedades. 


 
Chirolita y Mister Chapman
Ya al entrar a una entidad financiera es como si te estuvieran despidiendo. Siempre se espera la frase de remate: “Ademan, consígame el avalador. Por cualquier cosa, déjeme su teléfono” (este otario tendría que haberme pedido el teléfono, ya que jamás tuve uno en Argentina). Previamente, te hacían sentar en sofás enormes, donde te hundías hasta las orejas (con lo cual te empequeñecen aún más). Yo parecía Chirolita y el gerente Mister Chapman.

banca
Pensé que los banqueros, en vez de la “víscera boba”, tenían una Whestinghouse dentro del pecho. Entonces me dije: “Laburo como un burro al punto de que me he convertido en un adicto al trabajo. ¿Y qué? ¿Qué gané?”. En radio tenía un trabajo constante pero poco sonante (no me refiero a la voz). Saqué en conclusión que se me iba acabando el tiempo sin darme cuenta y que los propósitos no retornan si no se cumplen, se agotan, van a parar al sumidero de las frustraciones personales. Y todo lo que se puede arreglar con dinero no conlleva problema. 
Caí en la cuenta de que el verbo "merecer" se conjuga en primera persona sólo para ciertos clientes, que los créditos únicamente se conceden a quienes no los necesitan y que hay que pedir mucho, pues si debes 10.000 por mes el problema es para uno y si debes 100.000 el problema es para el banco. 

Me arrepentí sobremanera de no clavarle al gerente el cortapapel que reposaba sobre el grueso cristal de la mesa, ¡verde me puse! ¡Hasta el sobaco se me puso verde de la bronca!. ¡Y encima impaciente, el muy hijo de puta, porque siempre después de tipos pelagatos como yo, por rara fatalidad, le toca el turno a una yegua que da vértigo , es entonces cuando el gerente  grita imperativo al de la centralita: ¡Pérez, no me pases más llamadas! o a algún vividor acomodado con todos los requisitos en orden, ¡como suelen tenerlos los delincuentes, pícaros y estafadores que se burlan de la ley! Acerté: no fui presa de ningún préstamo, que siempre fueron usura legalizada. Gracias Discepolín por aquello de: “Hacete a un lao, que a nadie importa si naciste honrao”. 


Comencé a leer con avidez unos tratados sobre la moral aplicada a la promesa y el arte de esperar, ya que esperar era el mejor medio empleado por los pesquisas para localizar el dato. ¿Para qué? A las primeras páginas me di cuenta de que la necesidad tiene una letra, pero la promesa no tiene música. ¡Pobre boludo! Creía que los créditos se distribuían por orden alfabético y que los bancos eran las casas de los buenos espíritus. “El curso más barato de seguir es el de los acontecimientos”, me dije. Sentí la impotencia del pedigüeño para decir a bocajarro: “Piérdaselo en el culo”. Y que no me vengan con el versito ese de que la patria es la infancia, la banderita, el arrorró, los primeros olores, etc. etc. Al retirarme, crucé la calle y me atropelló el vacío de una existencia trunca... Peor no podía ser, solo me faltaba encender un cigarrillo del revés o caerme para atrás y quebrarme la pinchi... 


Suerte que al poco tiempo, opté por irme del País... y además comprendí de golpe que patria, para el inmigrante, es el lugar donde están enterrados los padres o donde a uno lo tratan mejor y le permiten que los hijos puedan comer dignamente, más allá del suelo que cobijó el parto de nuestras madres... Pero no se trata sólo de lo material. 


A mi país le presté muchas ilusiones; jamás me las devolvió. Tarde aprendí que en las profesiones de cada uno hay que cotizarse bien; si a la gente le cobras poco, en lugar de agradecerte se creen que sos un novato, un mecánico dental o que has estudiado por correspondencia; si se les llega a caer un postizo al comer un turrón en navidad, encima de no haberte pagado se cagará en todos tus muertos.


Es más, si les choreás bien, ganas en prestigio y te respetarán más; será por el famoso dicho que reza “si es caro es bueno”.


Había compañeros de facultad cuya única riqueza era el Diploma Universitario, pero ni siquiera podían colgarlo: no tenían dónde. 


"Váyase Negrito", me dijo cierta noche Don Cruz, mi mecánico dentista, con voz queda y sabia. "¿Usted no sabe que la suerte nos llama una sola vez en la vida? Váyase a España, que aquí, con su fama de bohemio, terminará siendo un dentista de las 3 P: atenderá sólo a parientes, putas y pobres. Y en la radio donde trabaja lo tienen como un loquito de los que tiran el maní y se comen la cáscara". Según mis amigotes, hacía derroche de un floreo, un decir y unos puntos de vista ciertamente calamitosos. Soy el único a quien en la radio le dieron las gracias por no hablar más. Y yo, a la vez, agradecido por quedar exento de responsabilidades penales. 

Aprendí a hablar durante una o dos horas sin argumentar nada en concreto, con lo cual fui un maestro en eso de formular una pregunta y responderla yo mismo; en tanto conseguí el título de dentista por cansancio y no me dieron el crédito en el Banco... 

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