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Dólar y precios: ¿la paz de diciembre esconde el riesgo de nuevas turbulencias en enero?

La calma financiera actual obedece a situaciones estacionales –como la mayor demanda de pesos- que se revertirán rápidamente con el inicio del nuevo año

ECONOMÍA 17/12/2020 Fernando Gutiérrez*

Al final, el tan temido diciembre, con sus fantasmas de caos social y económico, resultó lo opuesto a lo esperado. Para el Gobierno, una especie de tregua en lo financiero, con un dólar que aflojó la presión, y con una agenda política en la que las urgencias económicas dejaron lugar a nuevos focos de la atención de la opinión pública, como el proyecto de ley sobre el aborto.

Para varios funcionarios, el momento actual podrá tener un gustito a revancha. Después de todo, están frescos en la memoria los pronósticos de que, a esta altura del año, se estaría produciendo una crisis cambiaria, un incremento desbocado de los precios y un ajuste desordenado con reminiscencias del "Rodrigazo".

Sin embargo, con el dólar "contado con liqui" cayendo por debajo del "solidario" y también cayó el blue a su nivel más bajo en meses, al punto que dejó de ser negocio la clásica operatoria del "puré". En ese marco, la palabra que mejor define la situación financiera es "calma".

De hecho, hasta se constató un apaciguamiento en la salida de depósitos del sistema bancario y el Banco Central hasta pudo volver a comprar dólares en vez de salir a vender.

La realidad es que, para el gremio de los economistas, lo que está ocurriendo no resulta tan sorpresivo, dado que obedece a cierta típica conducta estacional. En esta época del año, las empresas necesitan más dinero para pagar aguinaldos, saldar obligaciones financieras y fiscales.

En términos técnicos, eso supone un aumento en la demanda de dinero: los mismos pesos que antes "quemaban" y todos querían sacarse de encima para comprar dólares, ahora son necesarios para cumplir las obligaciones de caja.

Y esto hace que incluso muchas empresas e individuos que tenían dólares guardados hayan tenido que salir a vender billetes verdes para hacerse de pesos. Ese es el motivo principal de la calma actual: reapareció una oferta de dólares del sector privado.

No es la primera vez que ocurre, por cierto. Sin ir más lejos, en la gestión Macri los meses de diciembre habían sido de una disminución de la presión sobre el dólar, y el Banco Central bajo la presidencia de Guido Sandleris había disfrutado su capacidad para presionar a los agentes económicos a deshacerse de los dólares que antes habían comprado.

La "trampa del verano" acecha

Pero hay un problema: esta estacionalidad marca que la paz de diciembre tiene un opuesto en los meses de enero y febrero. Ahí es cuando toda esa demanda por tener pesos en la caja se revierte, y otra vez el mercado empieza a sentir que hay un exceso monetario.

Es decir, cae la demanda de dinero y regresan los peligros de devaluación y aceleración inflacionaria ya que, para colmo, ese período del año coincide con el de la menor oferta de dólares, porque ya se liquidó la cosecha agrícola y hay que esperar hasta abril para empezar a ver la siguiente entrada de divisas.

Como recuerdan los veteranos de la City, no por casualidad las grandes devaluaciones en Argentina tradicionalmente se han producido durante el verano, cuando cae de golpe la demanda por los pesos y el Banco Central se encuentra en dificultades para reabsorber todo ese "sobrante".

Es un tipo de crisis que no distingue banderías políticas: les pasó a los gobiernos de distinto signo. Era un clásico en los 80 cuando entró en crisis el Plan Austral. También en el arranque de Carlos Menem hubo disparadas inflacionarias en el verano. Y fue en enero la mega devaluación post convertibilidad de 2002.

Más cerca en el tiempo, Cristina Kichner tuvo que asumir su salto devaluatorio de inicios de 2014, en medio de una dura "sequía" de divisas. Una situación que llevó a que Axel Kicillof, entonces ministro de economía, decidiera luego firmar pactos con los exportadores cerealeros para que le garantizaran en los siguientes veranos un "puente" de liquidación de dólares hasta la siguiente cosecha.

Ya con Macri en el poder, el primer enero fue de crisis: el dólar, que al inicio se había mantenido estable, comenzó a escalar, lo cual obligó a que el Banco Central interviniera, echando por tierra su declamada preferencia por la libre flotación del tipo de cambio.

Y en el final, cuando Sandleris trataba de mantener la estabilidad hasta el fin del mandato con su sistema de banda de flotación y altas tasas de interés, también sufrió el "efecto verano". Como él mismo confesaría más tarde, el éxito de diciembre lo llevó a sobreestimar la calma del mercado y relajó su política de tasas, lo cual se reflejó luego en una nueva turbulencia.

Es por eso que en los debates económicos ya se transformó en un clásico hablar de la "trampa del verano" para describir esa situación en la cual el Central se ve de golpe en una situación de exceso de billetes en la calle y escasez de dólares que hagan la función de respaldo.

Por qué lo bueno durará poco

De manera que la pregunta del momento es si la contracara de este diciembre tranquilo será un enero agitado. Y entre los economistas se hacen oír las advertencias al respecto.

Uno de los argumentos oficiales para la actual tranquilidad es el de las señales "market friendly" que Martín Guzmán había enviado durante octubre y noviembre en materia monetaria, al anunciar la devolución de adelantos transitorios al Banco Central.

Sin embargo, en ese punto surgieron motivos para la desconfianza. Porque las vías de financiación del Central al Tesoro no se terminan con los adelantos transitorios. Están, por ejemplo las "transferencias de utilidades", las ganancias técnicas por tenencia de divisas del BCRA. Y ese canal de asistencia sigue funcionando.

Por caso, hace una semana el Central envío por ese concepto $100.000 millones, que se suman a los $1,4 billón que se efectuaron durante el año. Si se suman todos los conceptos, la asistencia del BCRA en 2020 se aproxima a $1,9 billón.

De manera que el gran desafío es cómo manejar el excedente de pesos cuando caiga la demanda de dinero. Y por cierto que "pasar la aspiradora" tampoco es gratis. Los más ortodoxos reclaman una suba drástica de las tasas de interés, que las lleve a un nivel no inferior al 50%, pero el Gobierno teme al potencial recesivo de esa medida.

Por otra parte, absorber pesos mediante herramientas como pases y emisión de letras tiene también un costo financiero, que van a conformar el "déficit cuasi-fiscal", un problema al que muchos economistas definen como una bomba de tiempo inflacionaria.

Los informes de las consultoras y bancos ya están advirtiendo sobre los problemas del arranque del 2021. Por caso, Consultatio dice que es cuestionable "la sostenibilidad de la tensa calma de diciembre". Y pone la lupa sobre el deterioro de la dinámica monetaria.

"Es una dinámica que hay que seguir muy de cerca, sobre todo porque hay señales de que la base monetaria también empieza a crecer: el crecimiento interanual pasó de 30% a fines de noviembre a 49%", argumenta el informe.

En tanto, el consultor Salvador Di Stefano define la situación con un título expresivo: "lo que pasa en diciembre no pasa en enero". Atribuye la calma del dólar a la alta necesidad estacional de pesos en la economía, pero advierte que ese fenómeno tiene fecha de vencimiento.

"Hubo que pagar el aguinaldo, y se destinaron fondos a capital de trabajo. La economía es más informal, desaparecieron los cheques, todos manejan efectivo. Mientras que en diciembre se cambian dólares para sobrevivir, en enero se comprarán dólares para poder mantener el poder adquisitivo del dinero durante el año", afirma.

Por su parte, la Fundación Mediterránea aporta argumentos como para no ser optimistas sobre la extensión de la estabilidad actual.

"En un escenario que podríamos definir como optimista, con un déficit primario de 4,5 % del PIB y para evitar que la inflación supere el 40 % anual en 2021, sería necesario que la demanda de dinero se mantenga tan alta como en 2020 y la autoridad monetaria sea capaz de llevar el stock de sus pasivos remunerados desde el 42% del total de los depósitos al 52% en 2021", sostiene el informe de la Mediterránea.

Pero advierte que ese supuesto optimista implica que el Central incurriera en una suba muy marcada del stock de Leliq y pases, lo cual en sí sería una fuente de estabilidad. Además, claro, de que resultaría improbable que la demanda de dinero ocurrida en un año con cuarentena pueda repetirse en 2021.

Para evitar la turbulencia inflacionaria, advierte, el Tesoro tendría que ajustar sus cuentas fiscales hasta un déficit de 3% o financiarse con organismos internacionales, un tema que todavía está en conversaciones. Aun en ese escenario, advierte que la inflación difícilmente pueda ser inferior al 45%.

¿Dólar inquieto en enero?

La gran pregunta en este contexto es qué tan alta es la probabilidad de una escapada del dólar. Si bien los economistas son cautos en sus pronósticos, todos dan por sentado un incremento de la brecha entre el informal y el tipo de cambio oficial.

Para empezar, porque la caída del dólar paralelo se transforma en un atractivo para que la gente compre. Siempre a partir de determinado nivel a alguien le parece que el blue está demasiado barato y trata de comprar. Y este parece ser uno de esos momentos: nadie cree que el "puré negativo" pueda ser una situación prolongada en el tiempo.

Aun así, hay algunas ventajas para el Gobierno que atenúan el riesgo de una presión devaluatoria. Entre ellas, el hecho de que no haya un retraso cambiario demasiado marcado  y que, además, en las últimas semanas, en el resto de la región se revaluaron las monedas nacionales. De hecho

Por caso, en Brasil se espera que la cotización del dólar caiga de los niveles de 5,36 reales hasta los $5,20 durante el año próximo. Esto funciona como un favor indirecto al BCRA, porque le permite recuperar competitividad, implica una especie de devaluación indirecta y sin costo político para Argentina.

Por otra parte, será un verano raro, porque la pandemia implicará que la típica demanda de dólares para el turismo en el exterior tenga una disminución que algunos calculan en u$s4.000 millones menos que hace un año.

¿Alcanzarán con estos factores excepcionales para frenar las clásicas presiones veraniegas? Es lo que está por verse. Mientras tanto, Guzmán se esmera en seguir mandando señales políticas moderadas.

El tema es que el mercado lo crea. De manera que la nueva consigna para los funcionarios, mientras disfrutan la inusual calma de diciembre, es pensar en cómo pasar el verano.

 

 

* Para www.iprofesional.com

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