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La ruta de los antigrieta: negociaciones con Cambiemos, diálogo abierto con el oficialismo y la restauración de la vía del medio

El presente y el futuro de las opciones moderadas. El nuevo camino de los ex integrantes del proyecto electoral que terminó asfixiado por los polos en la última elección

POLÍTICA 25/10/2020 Joaquín Mugica Díaz*
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En la Argentina el bipartidismo se ha consolidado bajo el titulo informal de “la grieta”. Una división que deja a un lado y al otro al peronismo y al antiperonismo. Al radicalismo, el PRO y la Coalición Cívica, y a los que en el nombre de Juan Perón y Eva Duarte ocupan la vereda de enfrente. Pero existen grises. A veces difusos. A veces casi transparentes. Pero reales. Están en la paleta de colores de la política nacional.

Es justamente en ese centro donde quedaron parados un puñado importante de dirigentes después de las últimas dos elecciones. Algunos intentando sostener una pequeña estructura partidaria. Otros haciendo valer, frente a todos los condicionamientos de la rosca, su voluntad por sobre la conveniencia electoral. En ese centro están escritos los nombres de cuatro políticos de relevancia actual y pasada. Por lo que hicieron, por la influencia en este tiempo o porque los dos frentes mayoritarios los quieren en sus filas.

Juan Manuel Urtubey, Margarita Stolbizer, Roberto Lavagna y Miguel Lifschitz son el fiel ejemplo de aquellos políticos que eligieron un camino diferente al de la mayoría. Impulsaron ofertas electorales con resultados magros pero generaron representaciones parlamentarias que se consolidaron como el punto de equilibrio entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. En los últimos comicios jugaron todos juntos pero en la actualidad los caminos son distintos. No ganar las elecciones es una derrota a medias. No se llega al primer premio pero se impide que los dueños del podio concentren el poder absoluto.

¿Dónde están esos dirigentes en la actualidad? ¿Qué hacen? ¿Qué proyectan? Recibieron votos a lo largo de los últimos 6 años. Y todos son codiciados por los dos espacios mayoritarios. En ambas veredas hay quienes les restan importancia, pero después los buscan para sumarlos o padecen, en las negociaciones parlamentarias, la negociación tripartita en vez del mano a mano o la definición unilateral por mayoría propia.

En el 2019 Juan Manuel Urtubey puso todas las fichas que tenía en el bolsillo en el número 1 de la ruleta. Quería ser presidente de la Nación. Pero también quería ser el impulsor de un peronismo sin Cristina Kirchner. Un peronismo que supere la conducción del kirchnerismo y la figura omnipresente de la actual Vicepresidenta. Fue uno de los creadores de una fuerza que se llamó Alternativa Federal, donde se juntaron 10 gobernadores, el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, y el ex senador Miguel Pichetto.

El final de aquel intento de peronismo sin Cristina es conocido. La fuerza duró menos de un año y se desintegró. La mayoría terminó detrás de la dupla Fernández-Kirchner y Pichetto fue el compañero de fórmula de Mauricio Macri. El ex gobernador de Salta hizo un acuerdo de urgencia con Roberto Lavagna y presentaron una fórmula que sacó el 8% de los votos. La polarización los estrujó.

Urtubey lleva un año sin hablar públicamente. Pasó tres meses en España junto a su familia. Dio clases en la Universidad de Loyola Andalucía, comenzó un máster en administración de negocios, se volcó a estudiar análisis financiero y se dedicó, durante la pandemia, a dar clases sobre administración pública en la Universidad Católica y en la Austral.

El año al costado de la política llevó al ex mandatario salteño a entender que un conjunto de dirigentes puede generar un espacio en el medio de los dos grandes polos nacionales, pero si no hay una demanda voluminosa de la sociedad, cualquier estructura política se desmorona. Para él, la mayoría de los argentinos se siente más cómoda en la dialéctica de la confrontación. Y esa, por ahora, es una lucha perdida. Sin embargo, asume que en los próximos años puede cambiar y quiere trabajar en consecuencia.

En el 2019 Macri le ofreció ser candidato a vicepresidente. Dijo que no. El Frente de Todos le hizo llegar una propuesta para sumarse y ser candidato a senador. Tampoco aceptó. En los borradores del plan renovador que hay en Juntos por el Cambio su nombre está en carpeta. Incluso, ha habido contactos para sumarlo a partir del próximo año, cuando el espacio, de cara a los comicios de medio término, renueve su nombre y ensaye un cambio de identidad acelerado.

Urtubey no tiene intenciones de sumarse al mayor espacio opositor del país. Entiende que la lógica del macrismo y del kirchnerismo es negar la existencia de cualquier otro esquema que no sea el que ellos representan. Siente que si se mete en uno de esos dos bloques, lo que está haciendo es destruir su discurso de los últimos años. Si se suma, contribuye a la concentración opositora y, en consecuencia, al bipartidismo.

“El problema de la Argentina es que mientras exista ese nivel de poder de Macri y Cambiemos, va a existir, con ese mismo nivel de poder, Cristina y el Frente de Todos”, reflexionó en los últimos días durante una reunión virtual con dirigentes cercanos. En definitiva, sumarse a Juntos por el Cambio, aunque sea con una fachada nueva, sería aportar un grano de arena más a la lógica de una construcción híper polarizada.

Su idea es la misma que la que explicó públicamente en los últimos años: caminar por el medio. Asume que el año que viene no será el momento de volver a empujar por el camino central, pero está convencido que al 2023 los polos políticos del país llegarán desgastados. ¿El motivo? Cree que ya se demostró que el peronismo con Alberto Fernández es una versión aggiornada del kirchnerismo, y que Macri, quien no ha mostrado una verdadera autocrítica, seguirá siendo un diseñador importante del pensamiento de Juntos por el Cambio.

Su concepción de construir un espacio de centro derecha es similar a la que tiene el tridente Monzó-Frigerio-Massot. Que hoy arman dentro de Juntos por el Cambio pero su futuro es incierto. Construyen. Si no los dejan jugar adentro, lo harán por afuera. La línea telefónica está abierta y hubo comunicaciones durante todo el año entre ambas partes. Para Urtubey la mira está puesta en un horizonte que sobrepasa el 2021. En Salta eligen diputados y el ex gobernador no tiene intenciones de ingresar al Congreso, pero está interesado en un armado antigrieta.

Margarita Stolbizer es otra de las dirigentes que sufrió las consecuencias de la polarización. Su experiencia electoral junto a Lavagna durante el 2019 no terminó bien. No solo por el resultado, sino porque el ex ministro de Economía impuso a Graciela Camaño como primer candidata a diputada nacional en detrimento de la líder del GEN. Priorizó una figura del peronismo por sobre una que representaba la centro izquierda. Esa movida hizo estallar la relación entre ambos.

El último fin de semana el GEN tuvo su congreso nacional. En el intercambio remoto todos coincidieron en que la ancha avenida del medio está más angosta que nunca. Por lo que alimentar la polarización es ganancia para los dos espacios grandes. Sin embargo, también se planteó la necesidad de sobrevivir a la presión de la polarización y actuar en consecuencia, aplicando una dosis de pragmatismo.

Frente a un peronismo unido, y sin posibilidades - por cuestiones ideológicas - de formar parte de un mismo esquema con el kirchnerismo, en el GEN evalúan un acercamiento a Juntos por el Cambio. En el bloque opositor el nombre de Stolbizer también está entre los apuntados. Hay un interés mutuo de acercar posiciones pero hay condiciones que aún no están resueltas.

En el espacio de Stolbizer ven la necesitad de tener representación parlamentaria e institucional para hacer oír su voz. Si no hacen una alianza con un espacio opositor más grande, ese objetivo nunca se concretará. Algo similar sucedió en el 2015 cuando el PRO, la UCR y la Coalición Cívica unieron fuerzas. Separados no tenían peso específico, unidos llegaron a gobernar el país y la provincia de Buenos Aires.

Lo que están esperando Stolbizer y su partido es que primero se salde el debate interno que hay en Juntos por el Cambio sobre la nueva identidad y los potenciales liderazgos. Si el ala dura gana esa puja y toma el liderazgo del esquema opositor, entonces creen que una alianza no es el mejor camino. No están dispuestos a ir a un espacio donde la conducción la llevan adelante Mauricio Macri, Miguel Pichetto y Patricia Bullrich.

En cambio, si se impone el sector moderado que representan Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Martín Lousteau, la posibilidad de un acuerdo para integrar una fuerza más grande se multiplica. Stolbizer está en contacto con representantes de ambos sectores internos, pero solo compatibiliza con uno de los dos. Por eso para ella es esencial que la moderación se imponga en la conducción por sobre el ala dura.

En el GEN no descartan una alianza con Juntos por el Cambio pero creen que las negociaciones podrían avanzar con mayor fluidez después de las elecciones del año que viene. Stolbizer flexibilizó sus posiciones porque entendió que su mirada extremadamente crítica la llevó a colocar a su espacio político en un lugar sectario y de minoría que resultó ser un pasillo sin salida.

“¿Cómo hacemos nosotros para participar de un debate y que esa coalición tenga otro proyecto de gobierno? Si vamos a discutir ahí adentro, hay que discutir qué proyecto conjunto se puede llevar adelante más allá de los cargos”, les dijo a sus dirigentes en uno de los últimos Zoom. El camino está abierto y las negociaciones subterráneas tienen fluidez. El avance de esas conversaciones parece ser una cuestión de tiempo.

Otro de los dirigentes que quedó en el medio es Roberto Lavagna. Recluido en su chacra y con la atención puesta en las variables económicas, se convirtió en un asesor estrella de Alberto Fernández. El Presidente lo llama o lo invita a almorzar a Olivos y le pide opiniones sobre temas puntuales. También suele hablar con el ministro de Economía, Martín Guzmán. El ex candidato a presidente nunca se negó a los asesoramientos. Ni con Fernández ni en la era Macri.

En las últimas semanas giró fuerte el rumor de que se sumaría al Gabinete pero en su círculo más chico lo descartaron de plano. “Roberto viene ayudando y lo seguirá haciendo. Da su visión crítica y propuestas. Pero no está en sus planes asumir responsabilidades institucionales”, explicaron. Cuando sus dirigentes más cercanos le preguntan sobre esa posibilidad, Lavagna, fiel a su estilo, les responde en pocas palabras: “Deben gobernar los que ganaron, no los que perdimos. Así es la democracia”.

El ex ministro está cómodo en su rol de asesor y, en paralelo, de padrino de una fuerza política que está en el medio de los dos grandes espacios políticos que tiene el país. Su objetivo para el año que viene es fortalecer ese esquema, que tiene como principal sostén al interbloque Federal en la Cámara de Diputados. Allí conviven 11 legisladores y es un punto de unión entre el socialismo y los PJ de Buenos Aires, Córdoba y Salta.

En el 2021 apostarán a ampliar el interbloque. Van a presentar una lista de Consenso Federal. Apuestan a sumar legisladores de Santa Fe y Córdoba, y le abren las puertas a diputados que no están conformes en otros bloques. Buscan darle un mayor volumen a la estructura legislativa “Acá saben que van a encontrar un espacio autónomo, que tiene una discusión interna sincera y es independiente”, sostienen cerca de Lavagna. Los dardos van apuntados al interbloque que conduce el mendocino José Luis Ramón y que suele ser funcional a la mayoría de los pedidos del oficialismo.

En el lavagnismo se asombraron cuando transcendió una información sobre un posible desembarco del ex ministro en el Frente de Todos para ser candidato el año que viene. “Es una ridiculez”, le dijo a Infobae un dirigente de su extrema confianza. También descartaron acercarse al oficialismo a través de Sergio Massa, como marcaba otro dato periodístico que giró en los últimos días. La relación con el líder del Frente Renovador se cortó el año pasado y nunca volvió a ser la misma.

El cuarto dirigente en cuestión es el socialista Miguel Lifschitz. El ex gobernador de Santa Fe, actual presidente de la Cámara de Diputados provincial, se mantiene muy arriba en las encuestas de imagen de su provincia. Sigue siendo un actor preponderante en el armado opositor local. Y ese rol lo vuelve atractivo para cualquier fuerza política, ya que Santa Fe es uno de los cinco distritos electorales más importantes de la Argentina.

El ex mandatario mantiene un vinculo fluido con Lavagna y solidificaron su sociedad desde el momento en que la construyeron el año pasado. En paralelo, recibe ofertas del PRO en Santa Fe. El espacio fundado por Macri trabaja en una movida fuerte en el territorio para agrupar a toda la oposición y compensar la fuerza que logró ganar el peronismo luego de unirse en las últimas elecciones y llevar a Omar Perotti a la gobernación.

Los radicales que están en Juntos por el Cambio, otros que están más alejados y un sector importante del PRO motorizan un frente de frentes con todos adentro. Una forma de construir una oposición voluminosa que dé su primer golpe en las elecciones del año próximo, donde se renuevan los 3 senadores por Santa Fe más una parte importante de los diputados. Ese sector es el que busca sumar al socialismo y a Lifschitz a un espacio más amplio.

El ex gobernador se mantiene en silencio. No da señales. En su entorno no descartan que esa alianza local se pueda realizar pero no hay ningún indicio suficientemente contundente para pensar que se podría cerrar en el 2021. El juego está tan abierto que lo que pase de aquí hasta el cierre de listas del próximo año puede modificarse una cuantas veces.

Los cuatro dirigentes están activos pero con horizontes diferentes. Los cuatro serán gravitantes en las negociaciones político-electorales del próximo año y las que surjan en el camino hacia el 2023. Falta mucho tiempo. La Argentina es un país donde en 24 horas puede cambiar la realidad abruptamente. Las elecciones del próximo año están cerca pero hasta ese momento las versiones sobre alianzas podrán cambiar una y otra vez. Tal vez no. De ser así, sería una rareza.

 

 

* Para www.infobae.com

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