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Una herida en el corazón del "relato": el agravamiento de la pobreza coincide con los malos resultados ante la pandemia

La pobreza se está agravando: el segundo trimestre dio 47%. Para colmo, ya no se puede argumentar que es la consecuencia de haber cuidado la salud pública

POLÍTICA 02/10/2020 Heretz Nivel
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No por esperado y anunciado, el dato dejó de doler. El 40,9% de pobreza y el 10,5% de indigencia pegaron con la fuerza de una bofetada en el rostro del Gobierno, que siente que sufre esta estadística en la peor de las circunstancias: no puede decir "lo peor ya pasó" ni tampoco exhibir como consuelo estadísticas positivas en la lucha contra el coronavirus.

Más bien al contrario, el dato fue el recordatorio y la confirmación de que el Gobierno se encuentra en un momento de debilidad política, en el cual recibe críticas tanto desde la oposición como desde las propias filas, y la imagen del presidente Alberto Fernández.

El Presidente, según los últimos sondeos, tiene una aprobación del 55%, lo que implica una dura caída después de haber disfrutado una imagen positiva de 76% en abril, cuando la cuarentena estaba en el centro de la agenda nacional.

Qué lejanos parecen aquellos días en los que Alberto podía darse el lujo de comparar, con sus "filminas" en cadena nacional, tanto las cifras de la pandemia como la de la economía y llegar a la conclusión de que Argentina estaba haciendo las cosas mejor que sus vecinos de la región y que varias potencias mundiales.

Por caso, al anunciar un endurecimiento en las condiciones de aislamiento en junio, Alberto había echado mano a las predicciones del Fondo Monetario Internacional de caída de la actividad económica para este año en varios países. La columna de variación negativa del PBI se ubicaba al lado de la cantidad de muertos por país.

El mensaje era claro: no por el hecho de ser más liberal o flexible en cuanto a la cuarentena se garantiza un mejor resultado económico. Ahí estaban, para testimoniarlo, casos como el de Brasil, México, Chile y Estados Unidos, todos con grandes pronósticos de caída del PBI, pero con muertos que se contaban de a decenas de miles.

Y el Presidente advertía que si Argentina hubiese seguido el camino más liberal de otros países, por ejemplo el de Brasil, tendría unos 10.000 muertos, sin que por ello la economía estuviera menos grave. Una comparación que hoy regresa con el efecto de un boomerang.

El lema preferido de Alberto era "La culpa no es de la cuarentena, sino de la pandemia; no hay que enojarse con el remedio, sino con la enfermedad".

El impacto devastador de la cuarentena

Un trimestre más tarde, nada de aquella argumentación queda en pie. Argentina sufre una caída económica mayor a la de sus vecinos, con el dato agravante de que ya venía de una recesión acumulada de dos años cuando empezó la cuarentena.

Los últimos datos son de una elocuencia que no admite discusión. El EMAE marca una caída de 13,2%, mientras el desempleo se ubica en 13,1% y, para peor, la distribución de la riqueza tuvo un retroceso, según la medición del índice de Gini.

Además, el impacto social y económico de la cuarentena se hace difícil de negar. En el primer trimestre del año, la pobreza se mantenía en un nivel de 35% -es decir, similar al que se registraba a fin de año, cuando terminó la gestión macrista- pero en el segundo trimestre tocó un pico de 47%.

Es decir que si el dato difundido ayer por el Indec no muestra una situación peor es sólo por un efecto estadístico que promedia con el inicio del año relativamente bajo control.

Y se confirman situaciones que todo el mundo preveía: como los más afectados por la parálisis de la actividad son aquellos trabajadores del sector informal o quienes, por la naturaleza de su trabajo no pueden prescindir de la presencialidad –industria, comercio, transporte, gastronomía-, la recesión se sufrió mucho más en los estratos bajos que en las capas medias y altas.

Para ponerlo en números, un dato difundido por el Centro de Estudios de la Producción indica que en el segundo trimestre, cuando se produjo el pico en el aumento de la pobreza, el decil más pobre de la población registraba una caída de 28,6% en sus ingresos en la comparación interanual, mientras que en el otro extremo el decil más rico sólo perdía un 11,8%.

Ni economía ni salud

El Gobierno sabía que enfrentaba uno de sus mayores desafíos en la "batalla de la opinión pública". En vista de las advertencias en el sentido de que el entramado empresarial argentino estaba en un punto de agotamiento, de que estaba por explotar una ola de quiebras y convocatorias de acreedores, se aferró a una certeza. Apostó todo a que un buen resultado de la cuestión sanitaria, combinada con una intensa asistencia social a los sectores postergados le permitirían atravesar la crisis.

Pero hoy la cruel realidad muestra que se perdió en todos los ámbitos. Los intentos oficialistas de culpar a la pandemia por el aumento de la pobreza también están en cuestionamiento, dado que al término del segundo trimestre –cuando se alcanzó el pico de pobreza- todavía los números argentinos eran buenos, con un nivel de 2.600 nuevos contagios diarios.

Es decir, ya la pobreza era rampante, aunque la enfermedad distaba de haber provocado un colapso hospitalario similar al que se vivió en Europa.

Hoy, en cambio, ya ni siquiera queda el consuelo de plantear que el aumento de la pobreza fue el precio que hubo que pagar para cuidar la salud de la población. Con una tasa de 13.000 contagiados nuevos por día y un total acumulado de 736.000 casos, Argentina ya entró al ranking de los países con peor performance ante la pandemia.

La estadística internacional muestra a Argentina en el puesto 19 en cantidad de casos por millón de habitantes y el lugar 20 en fallecidos por millón de habitantes. Pero hay un agravante: el nivel de testeo del país es muy bajo en comparación internacional –ocupa el puesto 122 en hisopados en relación a la población-.

Esto lleva a la presunción de que los contagios acaso sean mayores a los que se están informando. Lo cual, sumado a la reciente revelación del retraso en la carga de miles de casos de fallecimiento hace que se haya llegado a una situación aun más grave: a la mala performance sanitaria se empiezan a sumar dudas sobre el manejo estadístico.

"Kicillof escondió a los pobres para no estigmatizarlos, ahora ocultaron muertos del covid", fue el comentario de la diputada opositora Graciela Ocaña. Y comentarios de tenor similar dan la pauta de que el Gobierno empieza a sufrir el efecto boomerang de haber usado los datos sanitarios para justificar los económicos.

Mientras otro diputado opositor, el radical Luis Petri, aprovechó para "chicanear" al jefe de gabinete, Santiago Cafiero, que declaró que el Gobierno está dispuesto a "poner a la Argentina de pie".

"Avisen cuando arrancan, porque hasta ahora vienen acostando a millones de argentinos sumergiéndolos en la pobreza y a miles de empresas que se ven obligadas a cerrar", fustigó Pietri, en coincidencia con la publicación del dato del Indec.

Discurso devaluado y una solución en la asistencia fiscal

Pero las críticas y chicanas no se limitan a la oposición macrista. Los sectores más alejados del Presidente y nostálgicos de la primera fase del kirchnerismo ya plantean abiertamente la insostenibilidad de la situación.

Por caso, Guillermo Moreno, uno de los más emblemáticos funcionarios de la gestión de Cristina Kirchner, pronosticó que el Gobierno "va derecho al fracaso".

Y dejó una frase expresiva: "Llega un momento en que ante el fracaso irreversible del Gobierno, se buscan alternativas; se está derritiendo la gestión de Alberto Fernández. Y alguien tiene que gobernar".

Y también hay críticas para el sector sindical más conciliador, el que está ligado al aparato partidario peronista e intenta oxigenar políticamente a Alberto Fernández con la propuesta de que dirija el PJ.

"La pobreza alcanza el 40,9%, afectando a 18,5 millones de trabajadores. Pero la CGT en vez de defender al laburante planea un acto del 17 de octubre en favor del gobierno. Para matarse", fue la elocuente frase de Gabriel Solano, dirigente del Partido Obrero.

Para colmo de males, todo esto ocurre en medio de la crisis por la ocupación de terrenos en varios puntos de la provincia de Buenos Aires, lo cual no sólo pone más en evidencia la crisis social sino que plantea la disyuntiva sobre el uso de la fuerza policial para desalojar a los intrusos.

Ante la andanada de críticas y con la elocuencia de las estadísticas negativas, el Gobierno empieza a sentir que la estrategia política de hacer referencia a la "pesada herencia" de la gestión macrista ya deja de ser redituable en términos políticos.

El dato de pobreza difundido ayer no solamente agrava en cinco puntos el nivel dejado por Macri sino que, para peor, muestra una tendencia al agravamiento, en la medida en que la economía sigue sin dar señales de recuperación.

Y ni siquiera iniciativas como la de la Mesa contra el Hambre, una de las principales banderas al inicio de la gestión Fernández, parece ya contar con efectos visibles ni aprecio por parte de la opinión pública.

En ese contexto de debilidad política, el Gobierno decidió echar mano a lo poco que tiene para mostrar en este momento: la asistencia social a los más afectados por la cuarentena, expresada en programas como el IFE y el ATP.

Y el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, ya dio pistas respecto: se buscará que estos planes sean transformados en empleos  bajo la coordinación estatal. En otras palabras, que bajo una nueva forma y denominación continuarán vigentes.

Toda una marcha atrás respecto de la postura que hace tres meses exhibía el propio Alberto Fernández, cuando con el argumento de que eran medidas transitorias por la emergencia, pretendió dejarlas sin efecto en las provincias con cuarentenas menos estrictas. En ese momento, la presión de los gobernadores lo obligó a revisar su decisión. Y hoy lo hacen las cifras de pobreza.

 

 

Con información de www.iprofesional.com sobre una nota de Fernando Gutiérrez

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