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El kirchnerismo quiere llegar a las elecciones legislativas sin devaluar: ¿misión imposible?

Mientras economistas oficialistas y opositores advierten la dinámica imparable de la crisis, el kirchnerismo ya prepara el "relato" para atenuar el daño

POLÍTICA 27/09/2020 Heretz Nivel
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Fue uno de los momentos más divertidos en la historia de las campañas electorales argentinas: se estaban por disputar las legislativas de 2013 y Sergio Massa había logrado un gran resultado en las PASO; entonces el kirchnerismo lanzó en las redes un video destinado a recuperar los votos peronistas perdidos. Con la música de "Mi niña bonita", una nieta, desde la recién inaugurada universidad de Florencio Varela le explicaba a su abuelo por qué era un error votar por el peronismo disidente y había que ratificar el apoyo a Cristina.

Luego de enumerar los logros del kirchnerismo y los defectos de la oposición, en el estribillo de la canción –donde el tema original dice "aquí hay amor"- la nieta canta "si ganan, se sabe/no quedan más dudas/ congelan los sueldos/ y luego devalúan/devaluación, devaluación, devaluación".

El video fue tan bien logrado que a quien lo escuchaba le resultaba imposible no repetir la palabra "devaluación" al ritmo del hit bailantero. Hasta Jaime Durán Barba, que en ese momento era el principal asesor de campaña del macrismo, celebró el video por su creatividad.

En realidad, la idea no era tan original, ya que había sido "prestada" de un video musical realizado en Estados Unidos en la campaña de Barack Obama. En cambio, lo que sí era 100 por ciento argentino era la temática: no hay país del mundo en el cual la temática del tipo de cambio ocupe un lugar tan central en las campañas electorales -y sea capaz de alterar resultados- como aquí.

Por cierto que en aquella campaña del 2013 el argumento no alcanzó para dar vuelta el resultado: el kirchnerismo perdió, ya acusando el desgaste del "modelo K". Pero hay muchas pruebas en el sentido de que agitar el fantasma de la devaluación es un argumento rendidor. De hecho, eso le permitió acortar distancias hasta lograr un virtual empate a Daniel Scioli contra Mauricio Macri en 2005.

Y luego, en las legislativas de 2017, fue el propio Macri el que pasó a la defensiva, a ordenarle al Banco Central que saliera a vender reservas, cuando el mercado empezaba a ponerse nervioso. "Hay que sacar al dólar de la tapa de los diarios", fue la orden que recibió Federico Sturzenegger en la recta final de la campaña.

Ya en las últimas presidenciales de 2019, la estrategia se repitió, con la adopción del duro régimen de "emisión cero" tendiente a transmitir tranquilidad en el frente cambiario.

Lo cierto es que en el manual del político argentino en campaña hay una máxima que nadie se atreve a contradecir: ningún oficialista gana si el dólar está subiendo; ningún opositor gana si admite abiertamente que en sus planes figura una devaluación del peso.

Y hoy, en plena pandemia, esa máxima política no ha cambiado. Muchos dirigentes y analistas políticos consideran que, de hecho, la campaña electoral ya comenzó, debido al agravamiento de la crisis económica, a las protestas callejeras opositoras y al regreso triunfal de la "grieta".

En consecuencia, el Gobierno se fijó un objetivo innegociable, pero de cumplimiento aparentemente imposible: llegar a las legislativas de 2021 sin que se produzca una maxidevaluación.

Un cepo antipático, una alternativa peor

Hay buenos motivos económicos para tratar de evitar la gran corrección. Para empezar, porque un salto devaluatorio traería consigo una ola de aumentos de precios.

El propio presidente del Banco Central, Miguel Pesce, lo planteó en términos dramáticos en una entrevista en Perfil: "El dólar a 130 es un dólar que nos pondría con niveles de pobreza descomunales, insoportables para nuestro país. No me quiero imaginar que eso pueda llegar a suceder".

Y, por otra parte, porque en la visión del Gobierno, no hay motivos objetivos para pensar en que una devaluación tenga sentido. El Banco Central recurre a los criterios tradicionales, tales como si hay déficit en la cuenta corriente o si Argentina quedó muy cara respecto de sus vecinos y socios comerciales, y llega a la conclusión de que no. Más bien al contrario, Pesce cree que pocas veces en la historia reciente el peso estuvo tan "competitivo" –léase devaluado- como ahora.

Con ese diagnóstico, la culpa de las tensiones cambiarias es atribuida a fuerzas del mercado que acaparan divisas de forma especulativa. Pesce mencionó a fondos de inversión que habían entrado al país para lucrar con el "carry trade" durante la gestión macrista y ahora están dispuestos a pagar el precio que sea para poder irse.

Lo cierto es que el discurso del equipo económico adoptó un argumento central para rebatir las críticas y justificar el antipático "súper cepo": la alternativa es esto o una devaluación descontrolada.

"Tomamos medidas para proteger las reservas antes de que sea demasiado tarde. Hoy tenemos un saldo positivo de la balanza comercial. Pero tenemos el canal financiero que tiene que ver con que ahorramos en dólares. Es una demanda permanente que es muy difícil de abastecer", fundamentó Cecilia Todesca, la influyente vicejefa de Gabinete, que pidió "amigarse con el cepo".

¿Una devaluación inevitable?

Pero este discurso, que oficialmente es compartido y apoyado por todo el Gobierno, empieza a generar dudas: ¿se llegará hasta las elecciones del año próximo sin devaluar? ¿Será suficiente con este cepo o habrá que tomar medidas cada vez más duras e impopulares?

Y, la duda más cruel de todas: ¿y si, aun con todas las restricciones la devaluación resulta inevitable, generando no sólo malhumor en la clase media sino un fogonazo inflacionario, con lo cual el Gobierno perdería en todos los planos, el económico y el político?

Estas dudas ya empiezan a ser planteadas incluso por parte de gente cercana al gobierno, como el influyente economista Emmanuel Álvarez Agis, quien asignó casi nulas chances de éxito al plan del Banco Central y vaticinó la adopción de restricciones más duras para dentro de dos meses.

"El problema es el tiempo. No podés esperar seis meses a que vuelva la credibilidad porque no vas a tener reservas en seis meses", fue su cruda advertencia.

Entre los economistas más críticos, la percepción es igualmente cruda: a este paso, se termina en una devaluación desordenada.

Por ejemplo, Carlos Melconian pronosticó que la corrección se producirá antes de fin de año. "No estoy chicaneando ni empiojando la cosa ni buscando quilombo; irán hisopando el Banco Central día por día, pero Argentina termina el año con un dólar más alto y con una inflación más alta", dijo.

En la misma línea, Gabriel Rubinstein advirtió sobre la necesidad de un cambio que tenga un tono más político que económico. Según su diagnóstico, no hay dudas sobre cuál es el factor principal que atenta contra la credibilidad: la influencia creciente del kirchnerismo en la gestión gubernamental.

En consecuencia, sugiere que antes de pensar en medidas económicas, se busque una señal política. Una devaluación que no esté acompañada de un "golpe de timón" llevaría directo a la crisis inflacionaria, advierte.

"No puede venir un cambio superficial, tiene que ser alguien que despierte credibilidad. Y otra alianza política, porque si viene uno que sea un empleado del Instituto Patria no va a alcanzar", argumenta. Y pone el ejemplo de un ingreso de figuras como Roberto Lavagna al gabinete, en el marco de una nueva coalición en la que Alberto Fernández se respalde más en los gobernadores y los sindicatos que en Cristina Kirchner.

Si no se adopta una medida de ese estilo, advierte, el resultado final es inevitable: una agudización de la crisis con el epilogo de "una devaluación por las malas".

Preparando el "relato" para la crisis

En el oficialismo, sobre todo en su ala más política, se nota que la sucesión de hechos negativos causó impacto y se está haciendo la evaluación sobre cómo quedará afectada la estabilidad del Gobierno, su margen de maniobra y el futuro electoral en las legislativas 2021.

Se empieza a notar un incipiente debate interno, con pases de facturas, ya sea por las medidas propiamente dichas o bien por la forma en que se comunicaron.

Ante la constatación del malhumor social, no se notan reacciones uniformes: mientras algunos plantean la crítica abierta a los funcionarios del área económica, otros parecen resignados a que una crisis será inevitable y entonces empiezan a acomodar el relato para, llegado el caso, tener culpables a los cuales señalar.

Por cierto que esta última opción no es nueva en el kirchnerismo, que durante la fase final del gobierno de Cristina siempre acusó a supuestas conspiraciones por las tensiones en el mercado de cambio, incluyendo la devaluación de 2014 en la que el entonces ministro Axel Kicillof dijo que la mecha había sido encendida por la petrolera Shell.

Una columna de la diputada Fernanda Vallejos –que ganó notoriedad con su propuesta para que el Estado entrara al capital de empresas que hubiesen recibido ayuda durante la cuarentena- planteó la argumentación de quienes quieren evitar una devaluación a toda costa.

La consigna, según Vallejos, es clara: "Defender las reservas internacionales, evitando la devaluación brusca que fogonean quienes, ya sin disimulo, militan la desestabilización del gobierno democráticamente electo, inspirados en el espíritu tan sinceramente declarado por David Rockefeller, cuando sostuvo que ‘de lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional, que se ha practicado durante siglos en el pasado, por la soberanía de una elite de técnicos y financieros mundiales’, va en ese sentido".

En tanto que Alfredo Zaiat, el economista más influyente sobre Cristina Kirchner, plantea cuál debería ser la estrategia de comunicación política: recordar todo el tiempo el estado de las finanzas que dejó la gestión macrista. Si no, el riesgo para el kirchnerismo es que "nuevas medidas de regulación del cepo de Macri, como las anunciadas en estos días, quedan atrapadas en la estrategia de confusión deliberada de gran parte del establishment, de corporaciones mediáticas y de la impune legión de ex funcionarios macristas y economistas de la city".

Su lema es que el dólar es una variable política: "El mercado cambiario se ha convertido en un terreno de batalla política. Montada sobre la debilidad cambiaria estructural, entre las presiones por una fuerte devaluación y las medidas para eludirla, se juega la base de sustentación social y perspectiva política de los gobiernos".

Sin embargo, también hay crítica hacia la forma en que se adoptaron las medidas. Un comunicador influyente entre el electorado kirchnerista, Roberto Navarro, lo planteó sin ambigüedades: se perdió tiempo en la adopción de medidas ante una situación que se veía venir.

"Todos los caminos que veo por delante son una porquería. El camino que estamos siguiendo es una lenta agonía en la que poco a poco te vas quedando sin reservas y un día te devalúa el mercado. El Gobierno va a tener que tomar una decisión y los caminos son malos", expuso Navarro.

En definitiva, el temor del oficialismo queda más que claro: el peor negocio electoral es sufrir una devaluación en plena campaña. Y todo indica a que ese será el desenlace inevitable.

En ese marco, no habrá jingle ni video ingenioso que pueda atenuar la debacle electoral.

 

 

Con información de www.iprofesional.com sobre una nota de Fernando Gutiérrez

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