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A ALBERTO LE TOCA BAILAR CON LA MÁS FEA

El virus que castiga a la población mundial va a causar sin duda profundos efectos en el estilo de vida de la mayoría de los habitantes del planeta. Y entre ellos no podía faltar el reacomodamiento político

EDITORIAL 31/05/2020 Isaías ABRUTZKY /Especial para Diario Córdoba
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Isaías ABRUTZKY /Especial para Diario Córdoba 

El Presidente Fernández fue muy explícito cuando definió la forma en que el país iba a enfrentarse con la pandemia: eligió la vida frente a la economía: ésta puede recuperarse, la primera no.

En términos epidemiológicos, los resultados son espectaculares si se los compara con los de Estados Unidos: 68.559 vidas se cobró ya la enfermedad hasta el momento; en nuestro país las víctimas alcanzan apenas a 241. Para ser justos, hay que tomar en cuenta la diferencia entre las poblaciones de USA (330 millones) y la de Argentina (46 millones). Con 7,17 veces más habitantes, nuestro país tendría unos 1.700 casos fatales. En resumidas cuentas, mister Trump tiene que hacerse responsible de 40 veces más muertes que Alberto Fernández.

Nuestro presidente simplemente hizo lo que corresponde a una persona sensata: llamó a los más reconocidos expertos en todas las disciplinas involucradas en el caso (médicos, epidemiólogos, sanitaristas, matemáticos, etc.) y les preguntó qué debía hacerse, con la premisa de salvar la mayor cantidad posible de vidas.

Y también puso a sus ministros y funcionarios de áreas sociales y económicas a atender a los problemas que se generarían tanto por el incremento de demanda hospitalaria como los efectos debidos a la restricción de las posibilidades de ingreso monetario de un gran sector de la ciudadanía y de la capacidad productiva.

Es público y notorio que con su buen criterio, decisión y compromiso de trabajo que llega incluso a poner en riesgo su propia salud, Fernández se ganó a los argentinos, y su imagen positiva escaló a cifras envidiables para cuaquier jefe de estado.

Todo bien, pero como dijo el mismo Presidente, el momento de cantar victoria se encuentra muy distante. Las curvas que muestran la evolución de las epidemias tienen formas típicas: arrancan de abajo, con los primeros casos y luego crecen -habitualmente en forma exponencial- hasta alcanzar un punto -su pico- desde el que comienzan a descender hasta extinguirse o quedar en valores residuales. El pico marca el momento de cambiar las reglas, porque indica que el fenómeno está en recesión. Pero en nuestro país ese hito se aleja en el tiempo: la curva sigue en aumento, aunque el período en el que las nuevas infecciones se duplican creció notoriamente -considerando todo el territorio nacional- y pasó de los 10,3 días que se registraban hasta el 12 de abril pasado, a 17,1 días.

De todas maneras, pese a los buenos números, se hace necesario seguir postergando el momento de terminar con la cuarentena. La restricción forzosa de los desplazamientos equivale a una calamidad para el amplio sector de la ciudadanía que vive de la economía informal, así como también para una gran parte de las actividades del comercio y la industria. El gobierno salió a auxiliar a las familias y pequeñas empresas que viven esta comprometida situación, pero obviamente es muy difícil alcanzar a todos y cada uno de quienes quedan desprotegidos.

Por otro lado, el resto de la población que tiene garantizado el ingreso, o dispone de reservas suficientes, una buena vivienda, y acceso al abastecimiento por entrega a domicilio, transcurre el encierro en mucho mejores condiciones, pero igualmente no está exenta de dificultades. Hay muchos problemas materiales, como el de aquellos que estan en un proceso de mudanza, pacientes de enfermedades que nada tienen que ver con el COVID-19, personas de todas las edades -pero particularmente los ancianos- que quedan aislados de sus familiares, niños con autismo, pacientes psiquiátricos; en fin una lista interminable. Y hasta el ciudadano más consciente, que confía en el gobierno, dispone de dinero, de amplitud en su vivienda y buenas comunicaciones, está crecientemente molesto. El ser humano no está preparado, en general, para vivir en cautiverio. Y también están los políticos, que con vocación solidaria o de progreso personal procuran ganar poder.

Quienes integran el sector opositor al gobierno nacional, se encuentran hoy agrupados en dos conjuntos bien diferenciados y que llegan a sacarse chispas por los roces. Uno de estos lo integran quienes ocupan cargos electivos. Quien más se destaca entre ellos es el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Su buen criterio y la responsabilidad institucional que inviste lo obligan a trabajar en estrecha coordinación y cordiales términos con el gobierno nacional. Sin duda, una exitosa gestión en su distrito incrementará sus posibilidades de lanzarse a la conquista de la primera magistratura en 2023. Del otro lado, a ex funcionarios como Patricia Bullrich, Marcos Peña o el mismo Mauricio Macri, no parece quedarles otra opción que ser críticos con las medidas que dispone Alberto Fernández, y también disgustarse con aquellos que sintonizan con él. Tanto es así que les reprochan su cercanía con el poder central, y hasta llegaron a recomendarles -irónicamente- a que se afilien al Frente de Todos.

Ahora el tiempo parece jugar en contra del presidente. El malestar social crece a medida que el confinamiento se alarga y la fecha de liberación ni siquiera se vislumbra.

Si las restricciones se aflojan puede ocurrir un rebrote catastrófico, que de por tierra con la benignidad de las curvas estadísticas. Con la continuidad, el humor social se va degradando, y deja tierra fértil para los extremistas libertarios, que promueven cacerolazos y denuncian pisoteo de la Constitución e implantación de una dictadura. La situación de las cárceles es otro motivo de desgaste porque se convirtió en un territorio fértil para echar sobre el Poder Ejecutivo culpas que ni por asomo tiene.

Sobre todo esto pende el tema de la deuda. Indudablemente, todo traspié en el terreno sanitario terminará perjudicando las negociaciones. Un panorama muy delicado en el cual todo hecho contrario a la marcha del gobierno tendrá feas consecuencias para todos nosotros.

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