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Luis Zamora: “Si el pueblo argentino hubiera imitado a la rebelión de las mujeres, la destrucción de Macri no habría prosperado”

El candidato a diputado nacional por Autodeterminación y Libertad advirtió que “uno o dos diputados de izquierda" no va a modificar la realidad y planteó seguir el ejemplo del movimiento feminista

POLÍTICA 26/10/2019 Heretz Nivel
LUIS ZAMORA

“Tengo 71 años y ya me jubilé. Pero sigo trabajando de abogado porque no me alcanza. Cada día le dedico más tiempo a la militancia y a los jóvenes”.

Luis Zamora, el primer dirigente trotkista que llegó a ser diputado nacional en la historia argentina, volverá a tener una boleta en los cuartos oscuros de la Ciudad de Buenos Aires. La papeleta de Autodeterminación y Libertad (AyL), su organización, estará en soledad: los otros cuerpos de la lista para el resto de los cargos en disputa (Senadores, Jefe de Gobierno y Legisladores porteños) no superaron el 1,5% que exige el régimen electoral de las PASO. Eso no parecer ser importante para Zamora, quien desde hace tiempo reniega de una lógica de la competencia electoral que le supo dar, allá por el año 2003, un histórico 12% de votos porteños.
“Hay gente de izquierda que dicen nos ‘faltan 20 mil y 35 mil votos, con 30 mil más entramos en el Congreso’. 

¿Para eso intervienen en la campaña?”, señaló Zamora, un convencido de que la democracia asamblearia es superior a la emisión del voto en las las urnas. El comentario está dirigido hacia el Frente de Izquierda-Unidad, que está lanzado a una campaña intensa para que Myriam Bregman gane una banca para la Ciudad. La discusión entre AyL y el FIT-Unidad es una fija de todos los comicios: los segundos culpan a Zamora por no intentar una alianza electoral que impida la división del voto de izquierda. Hoy el escenario se repite.
 
Para salir de la crisis económica que deja el gobierno de Mauricio Macri, Zamora propone como ejemplo “seguir el camino” de las revueltas de Ecuador, la rebelión de los “chalecos amarillos” en Francia o el movimiento feminista en Argentina. La entrevista se realizó antes del estallido popular en Chile, pero hubiese entrado en ese recetario de experiencias insurreccionales. En un mano a mano con Infobae, habló sobre el crecimiento de la desigualdad en el mundo, el desenlace de los ciclos “progresistas” en la región y las diferencias que mantiene con el resto de la izquierda y el Frente de Todos. Contestó, también, si evalúa retirarse de la política.

— ¿Pudo ver el debate presidencial?

— Los debates presidenciales son un show. Ante el desprestigio de una clase política que no despierta entusiasmos, se buscan instrumentos como para llamar la atención o dar expectativa al proceso electoral. ¿Pero que es lo que queda de todo eso? ¿Lo del dedo índice de Alberto Fernández? No queda nada. Tenemos un gran problema con la crisis de los dirigentes y su degradación. El Presidente está recorriendo el país gritando, dice que estamos mejorando y creciendo, y después anuncia una inflación del 6% mensual y que hay 5 millones más de pobres. La dirigencia sigue pensando en los votos. Desde Autodeterminación y Libertad apostamos a que el pueblo empiece a levantar la voz, como ocurre en Argentina con las mujeres y en otras partes del mundo.

— Esa crisis de representación política y de los dirigentes se vivió muy presente en el 2001. Pero se puede decir que hubo una recomposición de esta representación política; de lo contrario, Alberto Fernández y Mauricio Macri no se llevarían la mayoría de los votos. Hay todavía una expectativa en delegar el mandato en alguien.

— El 2001, con el “Qué se vayan todos”, fue un grito de millones que vivían una situación angustiante. Durante cuatro o cinco años hubo una mejora coyuntural en la Argentina, con el ingreso de dólares por el precio alto de la soja o la suspensión de los pagos de deuda, que impidieron la salida de esos dólares, algo que no suele ocurrir históricamente. Evidentemente, con la mejora de las jubilaciones y los salarios en esos años, la dirigencia política recompuso un poco su relación con el pueblo, lo canalizó primero Néstor Kirchner y luego Cristina, que conservaron un apoyo, pero el régimen como el Congreso o la Justicia no mejoraron su prestigio. La mayoría vota en contra. Es cierto que se canalizó electoralmente, pero esa coyuntura terminó: la Argentina no crece en promedio desde el año 2011 y los últimos cuatro años han sido desastrosos. Según el FMI, este año va a haber una destrucción de riqueza del 3,5%, mientras que el año que viene va a haber una suba de 1,5%. ¿Y los candidatos que dicen? Lo de Macri es una bofetada, porque dice que vamos a estar mejor. Lo de Fernández-Fernández es lógico que estén canalizando el voto contra Macri.¿Cómo no tener empatía con una mayoría que se quiere sacar encima a este gobierno? Nosotros somos los primeros que quieren que terminen. Al mismo tiempo, vemos que Fernández-Fernández no tienen una propuesta de cambios de fondo en una economía argentina que está concentrada, primarizada y extranjerizada. Hablan de Vaca Muerta, del litio y de la megaminería, por lo que vamos a seguir con una política extractivista y contaminante frente a los millones que se movilizan en el mundo contra la depredación del planeta. La apuesta es saqueo y contaminación, es un proyecto de país para 15 millones. Votar nuestra lista es votar por un camino alternativo, de construcción desde abajo.

— Ustedes proponen que la población se “auto organice” y se “autodirija”. ¿Qué le dicen a una mayoría que tal vez no le interesa movilizarse o participar permanentemente, y que confía que alguien los represente con el voto?

— Alguna expectativa tienen, porque nadie vota contra sí mismo ni a propósito. Se dice que la mayoría del pueblo no quiere involucrase tanto. Bueno, las mujeres tampoco querían y ahora hay entre 200 mil y 500 mil mujeres que se movilizan con el #NiUnaMenos o el paro internacional del 8 de Marzo. Antes tampoco se movilizaban, pero las violan, las matan, las golpean; tienen que andar mirando por las calles para ver cómo cruzan, cómo van vestidas. Nosotros estamos mostrando el ejemplo que ellas nos dan. El pueblo ecuatoriano en Quito en las calles tampoco fue pensado y planificado, ellos también dijeron “hasta acá llegamos”. O los chalecos amarillos en Francia, en su mayoría son laburantes y gente de los pueblos rurales que dicen que todo les aumentó. Son ejemplos también los jóvenes que marcan el camino en Puerto Rico, en las luchas que hay en Nicaragua, o la revolución de los paraguas en Hong Kong. Son peleas democráticas que no son conscientemente militantes, en pueblos que están tocando fondo. Son hombres y mujeres que dicen ‘yo peleo’, ‘de arriba no viene nada’. ¿Argentina va a seguir dedicando todo su presupuesto y sus riquezas a pagar la deuda, como hizo en los últimos 50 años? ¿Todo el trabajo que se produce y se exporta, que es trabajo del pueblo argentino, se lo van a llevar afuera? ¿Vamos a estar los próximos 100 años así? Por eso hay tanto voto en contra.

— Ustedes tienen un debate muy intenso con el Frente de Izquierda, que los suele llamar a confluir en una lista de unidad en la Ciudad. Si se ven los programas, las propuestas del FIT son muy parecidas a las de AyL y también dicen que hay que salir a la calle a protestar. ¿Cuál es el inconveniente para que estos planteos no confluyan en un mismo espacio?

— Nosotros tenemos una diferencia fundamental con el Frente de Izquierda, y ellos con nosotros. Ellos se postulan para dirigirnos, nosotros no. Para reemplazar a la dirigencia política y sindical que se ha alejado de los intereses del pueblo, hay que reemplazarla con procesos que se auto dirijan, porque cuando tengan dirigentes van a perder fuerza. El camino que proponen ellos es el tradicional, cambiar un dirigente por otro. Por supuesto, tienen un programa político con similitudes a nosotros, pero no se va a poder desconocer la deuda con el FMI si el pueblo no se autodirige, que no es lo mismo que decir que hay que luchar y protestar. Lamentablemente, nos hubiera gustado que la dirigencia de izquierda reexamine esa idea de que hay que “construir un partido que nos guíe”. Yo lo hice en el Movimiento al Socialismo (MAS) en los años ochenta, pero hicimos un examen crítico sobre la construcción de esos partidos. Eso hace que haya tantas peleas entre ellos, se postulan para dirigir cada partido, para postularse y reconocerse como dirigentes. Los trabajadores y trabajadores tienen que autodirigirse en las fábricas, en las escuelas o los barrios; hay que mandar al delegado, no que el delegado los mande a ellos. Con eso derrotamos la cultura de que necesitamos dirigentes. Necesitamos ejecutores de lo que decide la mayoría, y eso se tiene que trasladar al país. La democracia es el gobierno del pueblo, no de una casta política o una corporación.

— ¿Cómo encaja esta idea de democracia directa y participativa, con que AyL siga impulsando listas con candidaturas propias?

— Para venir y tener estos diálogos. Hemos estado en la Legislatura de la Ciudad con Fernando Vilardo y Marta Martínez, y nos sentimos orgullosos de su tarea, pero no pensamos que desde ahí vamos a resolver las cosas. La tarea es más afuera que adentro, las instituciones están muy descompuestas. El rol del un diputado es que vaya a la gente y le diga que está haciendo la Legislatura y el Congreso. Pero hay que organizarse desde abajo y construir una contra cultura. Hay gente de izquierda que dicen ‘nos faltan 20 mil y 35 mil votos, con 30 mil más entramos’. ¿Para eso intervienen en la campaña? ¿Para decirle al pueblo que faltan votos? No tiene ninguna importancia. La campaña es una oportunidad para difundir ideas, pero no es para despertar expectativas en las elecciones. Es para presentar proyectos y programas, para decir que la Argentina no sale si no desconoce la deuda, que no sale adelante con el litio, con Vaca Muerta ni con la soja transgénica para alimentar los chanchos de los chinos. Hay que ir a proyectos agroecológicos, hay pequeñas islas que dan cuenta que Argentina podría ser una potencia en serio. La deforestación del Amazonas es por el agronegocio y la soja transgénica. La tierra está para alimentarse, y los pueblos originarios han dado un ejemplo en sentirse parte de la naturaleza.

— El movimiento feminista tiene una lógica asamblearia y participativa, y sin embargo, llevó al Congreso el debate por la legislación del aborto. Da la impresión que no son lógicas tan contradictorias. ¿No es importante tener legisladores que puedan definir votaciones importantes?

— Me parece que no se define con una legisladora o un legislador más. Yo presenté el primer proyecto de legalización del aborto de la historia en el Congreso, sobre el que me enorgullezco de haberlo presentado. Lo hice como diputado del MAS y lo trabajé con un grupo de compañeras de la Comisión por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito. Cuando lo presenté, lo metieron en un cajón, no logré que una diputada o un diputado quisiera discutirlo. Fue el año 1993. Unos 25 años después, la Cámara de Diputados no solo lo trató, sino que lo votó, y apenas por cuatro o cinco votos no salió. ¿En el medio qué hubo? ¿Más legisladoras o legisladores? No, hubo una rebelión de mujeres que rodeó el Congreso e impuso tratarlo. Sin esa movilización, las propias legisladoras que lo votaron, lo hubiesen votado en contra o lo hubieran demorado por la posición nefasta de la Iglesia. Es bueno tener legisladores, pero no acuerdo con decir que con más diputados se va a votar más salario o se va a legalizar el aborto. El #NiUnaMenos que hubo en el medio nos muestra el camino a todos.

— ¿Cómo analiza las dos décadas que hubo en la región de gobiernos progresistas?

— Hubo condiciones internacionales, regionales y nacionales que permitieron una coyuntura favorable que mejoró los niveles de vida, pero todas terminaron demostrando que si no se hace un cambio de fondo, se vuelve a lo histórico. El dramático caso de Venezuela es el que muestra más al desnudo lo que no es haber afectado la estructura capitalista y petróleo dependiente. En la Argentina, en menor medida, pasó lo mismo con un proceso que terminó con el cepo cambiario de 2012, que es una medida legítima pero equivocada, porque empezó a tener filtros por todos lados. Argentina tiene que desconocer la deuda externa, desde entrada fue ilegítima. No solo porque la contrajo la dictadura; hace 40 años se está pagando la deuda de un grupo pequeño que el pueblo argentino no le dio permiso para endeudarse y con dólares que no recibió. No tenemos por qué vivir y tener 16 millones de pobres y tener jubilaciones de 12 mil pesos para garantizar el pago de la deuda a un pequeño sector. Si Argentina no desconoce esa deuda, no tiene perspectiva como país. Hace 40 años yo decía que no se podía pagar la deuda. Entonces teníamos un 4% de desocupación y una pobreza varias veces inferior a la que tenemos hoy en día. Hoy tenemos 35% de pobreza y la deuda está cerca 400 mil millones de dólares. ¿Quién tenía razón? Seguir diciendo que hay reestructurar la deuda es plantear un proyecto de país que quiera crecer para pagarla, no para crecer y mejorar como país.

— Como diputado de izquierda, tuvo un rol muy destacado en la década del noventa y a comienzos del siglo XXI. ¿Qué similitudes o diferencias hay en la actualidad con respecto a ese contexto?

— Es difícil que la historia se repita, pero hay similitudes. Hay una situación socioeconómica muy grave. La deuda es muy grande, la economía está muy extranjerizada y hasta más concentrada que en el 2001. Hay sectores de la economía que esta en manos de muy pocos, y eso implica que las ganancias sean enviadas afuera del país todo el tiempo, por eso el ahorro exterior es similar a la deuda. Los dólares que están afuera son alrededor de 350 mil millones de dólares. El desempleo era mucho más alto en el 2002 y llegó a ser del 25%, la pobreza estaba en el 50 por ciento después de la devaluación de Duhalde. Ahora se calcula que en enero vamos a llegar al 40 por ciento, es un nivel muy alto. Las reservas también se están acotando, y uno de los problemas de 2001 fue que se terminaron las reservas y el FMI dijo ‘no les doy más’. Y hemos vivido un saqueo como país nuevamente; en relación a todo lo se produjo y que se fue al exterior. Las condiciones de vida se agravaron, son similares a las de entonces.

— Siempre fue reivindicado como alguien que camina y se lo puede abordar en la calle. ¿Cuál es su situación personal actual?

— Tengo 71 años y ya me jubilé. Pero sigo trabajando de abogado porque no me alcanza. Cada día le dedico más tiempo a la militancia y a los jóvenes que se acercan a nuestro grupo Autodeterminación y Libertad (AyL). En el mundo nos dicen que los ricos siempre van a ser ricos, pero cada vez los ricos son menos y los pobres son cada vez más pobres. Ahora hay ocho empresarios que son los más ricos del mundo, que tienen un ingreso anual igual al de la mitad más pobre de la humanidad, que son unos 3.500 millones de habitantes. Esto no fue siempre así. Cada vez se polariza más, pero hay ejemplos tan hermosos como el de las mujeres. Si el pueblo argentino hubiera imitado en el 2016 y 2017 la rebelión de las mujeres, Macri no estaría y su política de destrucción de la economía y de la riqueza no hubieran prosperado.

— ¿Alguna vez pensó decir “ya está, me cansé de la militancia”?

— No, porque no sentí cansancio (risas). La militancia me apasiona y la necesidad de cambios profundos es cada vez más aguda. Pero al mismo tiempo hay procesos en el mundo que nos hace ser optimistas. La experiencia de que los líderes son imprescindibles se va agotando. Los 16 millones de pobres vienen de ese arriba, antes había solo 12. Y hace 50 años había unos 4 millones. No solo hay pobreza; ahora hay exclusión, una palabra que apareció en el mundo hace 20 años. La necesidad de hacer cambios de fondo es cada vez más acuciante. No nos resignamos a la frase “esto no tiene solución, por lo menos votemos a tal o cual”. ¿A un joven vamos a decirle eso, cuando todavía tiene ganas de pelear y no se resigna? Que mire a las mujeres, que mire a Ecuador, a los jóvenes de Hong Kong, de Puerto Rico, Nicaragua o Haití. Queremos aportar a eso.

 

 

Con información de www.infobae.com sobre una nota de Juan Piscetta

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