Los desafíos de Llaryora para los próximos dos años

Por Juan Palos

La conducción política y la gestión pública exigen de sus líderes una cualidad esencial: la habilidad para tomar decisiones. Esta vocación de decisor, cargada de soledad y angustia, ilustra la difícil tarea de elegir, donde cada elección implica sacrificar una oportunidad. Mientras algunos se atormentan por decidir el color de un auto, otros tienen sobre sus hombros la carga de definir el destino de millones. Así es la política.

El 26 de octubre, Córdoba se convirtió en el escenario de un fenómeno político singular. Un exgobernador, con tres mandatos en su haber y una imagen pública sólida, perdió las elecciones de medio término por más de diez puntos frente a un candidato cuyo nombre es prácticamente desconocido para el 90% del electorado. Este hecho no solo es un balde de agua fría para el oficialismo, sino también un claro indicador de la desconexión entre los dirigentes y las expectativas de la población.

La respuesta del gobierno provincial fue inmediata, adoptando decisiones que redefinieron su perfil conceptual. Era innegable que debían reaccionar ante el mensaje de las urnas, y lo hicieron con contundencia. A pesar de contar con un superávit acumulado, Córdoba ha reducido su estructura gubernamental de manera drástica, asumida como la provincia que más ha recortado su aparato político en el país. Este tipo de medidas, que incluyen la eliminación de agencias provinciales y ministerios, se presentan como un intento de alinearse con el reclamo social por un estado más eficiente y menos oneroso.

Además, la administración provincial sorprendió al anunciar una reducción histórica de impuestos, logrando convertirse en la jurisdicción con la carga impositiva más baja del país. Este movimiento audaz, aunque riesgoso, muestra una clara intención de atraer inversiones, como lo evidenció la reciente llegada de Mercado Libre, que regresó a Córdoba tras un conflicto anterior en el que la carga impositiva municipal había sido un factor determinante en su salida.

Sin embargo, no todo es un camino de rosas. El déficit extraordinario en la Caja de Jubilaciones y Pensiones ha puesto en alerta a los sindicatos de trabajadores, ya que la posibilidad de aumentar los aportes del 22% al 26% podría tensar aún más las relaciones laborales. Esta medida arriesgada revela las complejidades de una gestión que busca sostener el equilibrio entre responsabilidad fiscal y bienestar social.

A medida que se acerca la Agenda 2027, donde el gobernador deberá revalidar su mandato, es vital consolidar liderazgos territoriales. Esta estrategia ha llevado a una reconfiguración del gabinete, otorgando un carácter más político al mismo. La elección de Miguel Siciliano como figura clave en esta nueva estructura responde a la urgencia de restablecer vínculos con la dirigencia peronista y fortalecer la conexión con la ciudadanía.

En paralelo, la oposición se muestra fragmentada, con figuras como Rodrigo de Loredo y Gabriel Bornoroni postulándose para la gubernatura. Esta dispersión puede jugar a favor del actual oficialismo, que entiende que su mejor argumento radica en una gestión sólida. En este tablero de ajedrez que es Córdoba, las decisiones a tomar no solo serán cruciales para el futuro político del gobernador, sino que también definirán el rumbo del desarrollo y bienestar de la población.

En conclusión, el desafío para la política cordobesa es enorme. Las decisiones deben ser claras y contundentes, construyendo un discurso que logre articular un estado más eficiente sin sacrificar el bienestar de los ciudadanos. El engranaje entre gestión, desarrollo y crecimiento debe ser cuidadosamente afinado, pues solo así el gobierno podrá no solo sobrevivir, sino prosperar en un contexto político cada vez más complejo y cambiante.