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El escándalo de Alberto Fernández agudiza al máximo la crisis del PJ, y el gobierno aprovecha para disimular las peleas internas

POLÍTICA Federico Mayol*
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“¿Quién cree que es el líder de la oposición?”, preguntó la consultora Casa Tres en su último estudio, de julio. El podio se lo disputaron la opción “nadie”, Axel Kicillof en segundo lugar, seguido por Cristina Kirchner. Más relegados, los consultados se inclinaron por Juan Grabois, Guillermo Moreno o Sergio Massa, y en otras respuestas aparecieron resultados dispares. Es decir, en el proceso actual de atomización del peronismo y crisis de representatividad, no se identifica ninguna alternativa nítida de oposición a Javier Milei por parte del PJ, un casillero que, a todas luces, pretende ocupar el gobernador bonaerense.

Alberto Fernández ni siquiera aparece entre las opciones más marginales. Vapuleado por los propios dirigentes del peronismo por la incapacidad y la desprolijidad con la que ejerció la Presidencia, relegado incluso durante el último año de mandato -Massa quedó a cargo del gobierno-, reprochado por la mayoría de la opinión pública por los malos resultados de su gestión, con nulo capital político, el ex presidente le propinó sin embargo en estas horas un golpe durísimo al PJ en la crisis política que arrastra desde que empezaron a verse los efectos del experimento fallido del Frente de Todos, con un escándalo que no registra precedentes, al menos públicos, en la historia reciente: la gravísima denuncia por violencia física y psicológica radicada por Fabiola Yañez -un desprendimiento de la causa seguros- que Fernández ahora deberá responder en la Justicia.

El entorno del ex presidente quedó en shock. Todos, sin excepción, juran que no sabían nada: nadie, al menos el anillo de confianza político consultado por este medio, dice conocer sobre golpes y maltratos físicos. Todos, sin excepción, sí conocían de los conflictos en la pareja, de la toxicidad que se vivía en Olivos y la debilidad de Fernández por algunos pasatiempos. Parte de ese pasado reciente y sórdido, aparentemente habitual de la quinta presidencial, fue descripto anoche por la ex primera dama en la entrevista exclusiva que le concedió a este medio.

El sistema político en general, y el peronismo K en particular, también quedaron paralizados. El ostracismo de Fernández -algunos colaboradores y dirigentes que supieron ser muy cercanos en su momento también dejaron de frecuentarlo en estos meses, y ni siquiera lo contactaron en estos días- motivó en ese sentido una rapidísima reacción, abrumadora, de condena al ex mandatario, incluso por parte de Cristina Kirchner -la ex presidenta declara este miércoles en Comodoro Py en el juicio por su intento de asesinato- y de La Cámpora que, en otras situaciones parecidas, optaron por el silencio o por expresiones menos enérgicas. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Jorge “El loco” Romero, un ex senador bonaerense de la agrupación fundada por Máximo Kirchner, muy cercano a la conducción -fue expulsado-, acusado en el 2018 por supuesto abuso sexual. Hace más de un mes, Mercedes Gallarreta, pareja de Andrés “El Cuervo” Larroque, le escribió al ex senador un sentido mensaje en sus redes después de que el juez dictara el sobreseimiento, con una advertencia: “No fue inocente lo que sucedió, es hora de decir las cosas públicamente, no puede ser un calvario militar en una organización política”.

En el caso de Fernández, su nula influencia política -hace algunos meses lo licenciaron de la conducción del PJ y este fin de semana había versiones de su eventual renuncia definitiva- y la gravedad de la acusación llevó a que ni su entorno se animara a defenderlo públicamente. Pero la contundencia de un delito tan repudiable socialmente revivió la crisis de un peronismo acéfalo y carente de liderazgos, y encolumnó a Milei y a su gobierno detrás de una estrategia que, más allá de las serias advertencias por la ejecución de su programa económico y de las alertas en el tablero de control de la gestión, funcionó hasta ahora de manera perfecta: el aprovechamiento de esa crisis en favor de la construcción de un relato oficial, y la aceleración del final de una etapa cómo estilo de administración del poder.

“La figura de Milei como interregno volvió a crecer. Podría ser un quiebre en la historia, un tiempo entre dos sistemas. Todo lo que vimos del ex presidente Fernández impacta no solo en su figura, si no en el sistema que lo tuvo de presidente. Se acelera el final de algo que estaba, tal vez, terminado”, asegura Pablo Knopoff, director de Isonomía.

El final de un sistema agotado y putrefacto que el Presidente supo capitalizar durante la campaña, y que aprovechó en estos meses al frente del Ejecutivo para ejecutar lo que él mismo denominó como el plan de ajuste más brutal de la historia. Una crisis, agudizada ahora por la denuncia de la ex primera dama, que le sirve además a Milei para disimular sus propias falencias. Y sus propias internas.

Según trascendió en las últimas horas, Milei pidió puertas adentro no alterar la agenda pública. “Si el enemigo se equivoca, no lo distraigas”. Napoleón Bonaparte. Por ejemplo, la Casa Rosada bajó a la mínima expresión sus reclamos sobre Venezuela, y dejó que la atención de la opinión pública se concentre pura y exclusivamente en la denuncia de Yañez contra el ex presidente. En paralelo, desplegó una batería mediática contra las políticas de género desplegadas por el gobierno anterior, con un bombardeo sistemático desde las redes por parte de los fanáticos libertarios. Se azuzó, además, la proliferación de supuestos videos de dudosa procedencia con supuestas escenas íntimas del ex presidente. Los trolls de La libertad Avanza se regodearon toda la semana. Por caso, el ministro Mariano Cúneo Libarona, supervisado por Sebastián Amerio, el secretario que responde a Santiago Caputo, anunció que puso a la venta el edificio donde funcionaba el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Un punto central de la guerra cultural librada por el gobierno.

Milei se aprovechó del gravísimo escándalo en torno a Fernández para maquillar los déficits y la volatilidad cambiaria relacionada con el programa económico -debilidad en las reservas y desplome en la actividad industrial, por mencionar solo dos tópicos, más allá del leve repunte en algunos sectores como la construcción-, los aumentos en las tarifas de los servicios públicos y el transporte, y la puja interna en el corazón de su equipo.

En la última semana corrió un rumor interno de un supuesto enojo que el presidente habría tenido con un colaborador muy importante, por la queja que le habría acercado un empresario de primera línea. Son, por ahora, solo versiones.

Lo cierto es que, en el seno del gobierno, Caputo, el asesor más influyente de la Casa Rosada, y la ministra Sandra Pettovello, cercanísima a Milei, arrastran una cada vez más seria disputa interna. A ninguno de los dos le interesa disimularla. Se tiran, uno al otro, los peores reproches. La ministra de Capital Humano utilizó esa puja, apurada meses atrás por algunas de las más notorias deficiencias en su gestión, para acercarse a Mauricio Macri, con el que comparte la enemistad con el consultor. Nota aparte: hasta ayer, el ex presidente había sido el único dirigente de peso que no se pronunció sobre la denuncia de Yañez.

Al Presidente la exclusividad de la agenda pública en torno a Fernández le sirvió además para poner en stand-by los cortocircuitos con Victoria Villarruel, justo cuando se empezó a reactivar la agenda en el Congreso. Los últimos chispazos tuvieron que ver con la conformación de la comisión bicameral de inteligencia y con la reforma de la movilidad jubilatoria. En diez días, Ariel Lijo deberá defender su pliego en la Cámara alta. Después será el turno de Manuel García-Mansilla, una agenda en la que el Ejecutivo -Caputo, particularmente- está especialmente interesado. En los pasillos del gobierno se empieza a hablar cada vez con más frecuencia de la división entre “el triángulo de hierro” y la vicepresidenta. Dicen en Casa Rosada que se trata de una fractura que se originó en plena campaña, y que tuvo que ver con una negociación muy compleja, acalorada, entre Milei y Villarruel.

En las últimas horas, la diputada Lilia Lemoine, que expone a diario la pureza pensamiento libertario criticó a la vice por su silencio sobre la repudiable y peligrosa visita de los diputados oficialistas a los genocidas en la cárcel de Ezeiza.

Se trata, de todos modos, de discusiones políticas que quedan opacadas frente a la crisis descomunal del peronismo y del kirchnerismo. A la denuncia de la ex primera dama se sumó esta semana la condena a tres años de prisión y seis años de inhabilitación para el ejercicio de la función pública, resuelta por el Tribunal Oral Federal 2 porteño, contra Guillermo Moreno por la manipulación en las estadísticas del INDEC durante su gestión como secretario de Comercio Interior. En estos meses, Moreno se transformó en una especie de celebridad del peronismo que no se agotó en los estudios de televisión, si no que buscó amalgamar a las distintas vertientes del PJ. Se reencontró, por ejemplo, con Máximo Kirchner.

La crisis de representatividad del peronismo no encuentra por ahora a ninguna figura que la conduzca. Es un escenario similar al de otros tiempos. El más cercano, el del 2015, tras la derrota de Daniel Scioli y el apuro de buena parte de la dirigencia por jubilar a Cristina Kirchner. La ex presidenta se postuló en el 2017, perdió, pero le alcanzó para llegar al Senado y desde ese lugar reconstruir una fuerza que llevó a Fernández como candidato a presidente. La reconstrucción parece ahora mucho más dificultosa, en parte por un cambio de época cuyos alcances aún no se llegan a ver por completo.

En ese contexto, Kicillof está decidido a liderar una alternativa con anclaje en el kirchnerismo pero con una vocación de amplitud que el gobernador ya exhibió en su recorrida por el interior, en provincias gobernadas por otros signos políticos, como Chubut o Santa Fe. El viernes, el ex ministro fue el protagonista central de la jura de la nueva Constitución riojana por fuera del gobernador Ricardo Quintela, que también se lanzó apresuradamente a la presidencia.

El gobernador bonaerense ya tiene a un equipo que trabaja con vistas al 2027, más allá de las urgencias financieras con las que debe enfrentar la gestión. Está ocupado en una estrategia federal. Quiere posicionarse como la verdadera alternativa opositora a Milei. En la conferencia que encabezó tras la decisión de YPF y Petronas de instalación de la planta de GNL en Río Negro, se encargó de aclarar, más de una vez, que su disputa no era con esa provincia, si no con la nación. En la semana, en el conurbano, aparecieron pintadas con la leyenda “Milei o Axel”. Un viernes por mes, Gabriel Katopodis junto a algunos intendentes reúnen a dirigentes de todo el país. Aunque primero tiene que enfocarse en las elecciones del próximo año. El control de las listas, el año pasado, fue una verdadera carnicería política en la disputa entre el gobernador y La Cámpora. Martín Insaurralde todavía no había sido descubierto en un yate en la costa del sol española, en plena campaña electoral.

Milei también quiere sacarle jugo a la provincia de Buenos Aires. En eso trabajan su hermana Karina y Sebastián Pareja, a cargo del armado bonaerense. En LLA se ilusionan con una performance superadora en ese distrito. Con arrebatarle al peronismo una porción del electorado.

 

 

* Para www.infobae.com

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